En estos días de definición, donde los partidos políticos tendrán que postular a candidatas y candidatos, se pone sobre la mesa un debate inacabado sobre los criterios de selección. Por un lado, existe la posición de aquellos que buscan los perfiles más competitivos para ganar a cualquier costo. Pero también, están quienes prefieren mantener el ideal y asumen la derrota con tal de postular a los militantes de base.

Los pragmáticos vs los dogmáticos pueden estar confrontados, pero finalmente se necesitan unos y otros. Existen muchos ejemplos donde los aspirantes tienen suficiente identificación y hacen vida en su partido, pero difícilmente ganan una elección. Por otro lado, hay quienes ganan una elección sin conocer los preceptos generales del partido que los postula.   

Estos dos mundos suelen convivir en un instituto político que tiene como objetivo competir por el poder. Por tanto, las ecuaciones suelen ser complejas, porque hay momentos de decisión donde cuesta trabajo inclinarse hacia un lado u otro.

Sin embargo, hay que decirlo con honestidad, casi siempre ganan terreno los perfiles que garantizan el triunfo, aunque su perfil no esté muy identificado con una ideología. Quizá, la motivación de los tomadores de decisión, primero es ganar y después crear cuadros.

En ese mundo de la política no se puede juzgar por adelantado. Hay casos donde se tuvieron que “tragar sapos”, con tal de conseguir los objetivos. Por ejemplo, a nivel nacional morena presentó un perfil como el de Manuel Bartlett como parte del gabinete del presidente López Obrador.

Esta cuestión es muy polémica porque aquel personaje fue el que en 1988, salió en medios nacionales diciendo que se “calló el sistema”, una frase que trataba de explicar un error en el sistema de cómputo que arrogaba un resultado adverso al partido hegemónico.

Ese impresentable lleva todavía la carga de la elección presidencial más desasiada de nuestra historia reciente y aún así es titular de la Comisión Federal de Electricidad, lugar clave para el desarrollo energético del país.     

Otro caso es el del senador Napoleón Gómez Urrutia, quien heredó la titularidad del sindicato minero en México, y quien sufrió una persecución política que lo exilió del territorio nacional. Al final, y una vez que libró los procesos judiciales, apareció en la lista plurinominal de Morena en la máxima tribuna.

De esta manera, el pragmatismo le ganó terreno al idealismo. El ser antes del deber ser. Esas posiciones pueden a mi parecer quedar cortas cuando se valora el caso del estado de Morelos. Donde el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco, fue postulado para ser gobernador sin la menor identificación partidista.

En este ejemplo, se ganó una entidad, pero se perdió en cuanto a la profesionalización de la política. Dejando en mano inexpertas a una persona que tiene escasas capacidades para encabezar un gobierno.

Este debate inacabado puede ser analizado desde la fórmula de ganar a cualquier precio o perder con dignidad. Cabe destacar que la mayoría de políticos apuestan por el escenario inicial, que permite su permanencia en un mundo tan complejo como la política electoral.

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