La reciente visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a la Casa Blanca generó –como suele ocurrir en estos casos-, una multiplicidad de lecturas. La más general es que el mandatario mexicano, parece tener claridad que además de socio comercial, el gigante de Norteamérica, puede ser un gran aliado político.

Como suele ocurrir en los encuentros de los presidentes de Estados Unidos y México, las expectativas suelen ser muy altas por su relación comercial. Porque estas dos economías marcan el ritmo de crecimiento de la región junto con Canadá.

En bloque, estas tres naciones representan una balanza con las economías emergentes y otros bloques económicos de compiten todos los días por los mercados mundiales. Estos elementos, por sí mismos, son suficientes para que los dos países citados tengan una fluida cooperación.  

Pero no solo eso, lo que ha tratado de lograr el gobierno de López Obrador es construir un acuerdo más robusto en donde los temas económicos son importantes, pero no suficientes en la relación bilateral.

Es decir, introducir en la agenda el tema más complejo entre los dos países (migración) con un enfoque social. En este sentido, AMLO ha sugerido reproducir sus programas sociales a nivel regional.

Es decir, dar empleo a miles de centroamericanos a través del programa sembrando vida. Que no es otra cosa que emplear a los migrantes en sus países de origen para disminuir su movilidad hacia el norte.

No obstante, para ese fin se requieren recursos que solo Estados Unidos puede procurar. Lo puede hacer por su solvencia económica pero también por conveniencia propia. Porque es probable que se gaste menos inyectando recursos en programas sociales en Centroamérica que en equipamiento y armamento de patrullas migratorias.

No solo eso, la agenda social de AMLO parece bien vista por su homólogo Joe Biden. Al menos, en su discurso no hay mucha distancia en cuanto al propósito de controlar la migración para no colapsar la economía de Estados Unidos.

Al menos eso de primera cuenta, porque en el fondo más que una carga, los migrantes representan la fuerza laboral que puede explicar en buena medida el dinamismo económico de Norteamérica.

Sea como sea, este encuentro manda señales correctas para los mercados internacionales. Pone énfasis en que el bloque económico de esta región avanza a pesar de posibles vicisitudes ideológicas y da certeza para las inversiones bilaterales.

Quien diría que hace unos años el gobierno de México llevara a cabo la política exterior de “vecinos distantes” y ahora, con un gobierno de izquierda, fluye la cordialidad entre las nacionales en temas económicos y en algunas apreciaciones sociales y políticas.

Ya lo decía Jorge G. Castañeda unos de los analistas internacionales más conocidos, México tiene su corazón en América Latina, pero todos sus intereses en Estados Unidos. Al parecer, el gobierno de AMLO lo entendió muy bien.

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