Ante un ejercicio de participación ciudadana que contó con el respaldo de más 20% del padrón electoral en Hidalgo, los votantes que acudieron a la consulta de la revocación de mandato, emitieron un mensaje poderoso.

En primer lugar, se confirma que en la entidad el presidente sigue teniendo una amplia aceptación ante sus partidarios y por otro, se reafirma la capacidad de movilización de las huestes morenistas.

Ante estos dos escenarios, el presidente López Obrador y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), están de manteles largos.

El primero se congratula con sus seguidores y refuerza su capital político y el segundo, mantiene activos a sus militantes y simpatizantes en lo que se convirtió en un “entrenamiento” para próximos ejercicios cívicos.

En varios sentidos, la revocación se traduce en positivo para los guindas. A pesar de la reducción de casillas, del papel no tan activo del INE para promover la consulta, de los detractores que calificaron como un “circo” lo ocurrido el pasado 10 de abril, con todo y lo anterior, el proyecto de la 4T suma otro acierto en estos tres años.

Es tal el nivel de triunfalismo del presidente y de su movimiento, que el desdén de la autoridad electoral alimenta la necesidad de realizar una nueva reforma electoral y sirve para capitalizar mediáticamente los resultados obtenidos.

Es decir, este ejercicio le da mucha materia prima al movimiento para seguir insistiendo en la transformación del país, lenguaje que puede gustar o no, pero que a juzgar por los datos obtenidos en la consulta servirá para acallar a los detractores por un buen rato.

Incluso este ejercicio sirve para hacer unas reflexiones en tono pasado. Si esto (revocación de mandato) hubiera existido antes, en particular en la administración de Peña Nieto, es muy probable que no hubiera terminado su periodo de gobierno.

Hay que recordar que ese presidente difícilmente rebasada el umbral del 20% de aceptación entre la población abierta, según testimoniaron las casas encuestadoras en aquel entonces.

En casos locales, se puede pensar en Veracruz con Javier Duarte; Chihuahua con Cesar Duarte; Coahuila y los Moreira, en fin; múltiples ejemplos donde una revocación de mandato hubiera sido ideal para poner fin a las administraciones cuestionadas, por corrupción y desvío de recursos.

Este ejercicio podría ser comparado con la adquisición de un seguro de autos. Lo tendremos en lo posterior (si lo aprueba el congreso dentro de la reforma política), como la posibilidad de ser utilizado en caso de un siniestro.

Es decir, si tenemos malos gobiernos también tenemos el remedio; es decir, la herramienta legal para poner fin a esos mandatos.

En este momento (por los niveles de aceptación de AMLO), el ejercicio puede interpretarse como algo ocioso o retórico, pero en lo posterior, será una aportación valiosa a la democracia participativa, cuando un gobierno no cuente con el respaldo popular.

En este sentido, tener la posibilidad se interrumpir el periodo de un gobierno electo en las urnas tendrá que verse como una reivindicación al compromiso cívico. Es decir, se votará una vez para elegir y otra para revocar o refrendar. Esto puede ser algo muy positivo para una democracia que todavía está en proceso de maduración.  

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