Por Arturo Hernández Cordero

El último mes han estado plagado de incertidumbre, las relaciones entre Rusia y Ucrania pasan por su peor momento y no parece haber solución fácil.
Las tensiones entre ambas naciones se iniciaron en el 2014 cuando el entonces presidente pro ruso de Ucrania, Viktor Yanukóvich, fue destituido de su cargo tras una serie de protestas llevadas a cabo por ciudadanos inconformes y demandantes de un acercamiento a la Unión Europea que pudiese culminar en la adhesión de Ucrania a esta, lo que de ninguna manera fue bien visto por el Gobierno Ruso ni por los ciudadanos ucranianos etnica y lingüísticamente rusos que conforman cerca del 30% de la población Ucraniana.
El problema puede ser analizado desde dos vertientes: la disputa territorial y la disputa en términos de influencia geopolítica.
Por una parte, es cierto que algunas de las zonas mayoritariamente rusas que actualmente conforman Ucrania fueron parte del Imperio Ruso, no obstante, dichos territorios fueron cedidos por Rusia a Ucrania en épocas de la Unión Soviética en un intento de Nikita Kruschev de congraciarse con los ucranianos tras los abusos perpetrados por el régimen Estalinista. Además, en 1994 Rusia refrendó esta cesión cuando se firmó en Budapest un acuerdo donde Ucrania se comprometía a devolver el arsenal nuclear soviético a Rusia a la vez que esta se comprometía a respetar las fronteras ucranianas establecidas durante el periodo soviético. No hay manera legítima en la que Rusia pueda reclamar esos territorios
Por otra parte, la posibilidad de que su vecino más cercano llegue a formar parte de la OTAN representa un duro revés para la geopolítica rusa, asestado principalmente por Estados Unidos con clara intención de antagonizar a Rusia y restarle credibilidad a Vladimir Putin.
Todo parece indicar que la única vía para evitar una guerra a gran escala implica que ambos países cedan: Ucrania ceder en el plano territorial y resignarse a perder las regiones pro rusas de Crimea y el Dombás y Rusia ceder en el plano geopolítico y resignarse a la entrada de su vecino en la OTAN. Ambos casos resultan desalentadores e injustos, pero de momento no hay mas opciones que propicien la paz

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