Hace unos días se anunció la conformación de un bloque electoral entre los partidos PRI, PAN, PRD, la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) y algunas organizaciones de corte conservador – católico, como el Frente Nacional por la Familia, la Unión Nacional de Padres de Familia y la Red de Líderes Católicos. 

Estas expresiones que en teoría podrían parecer antagónicas, tienen un solo objetivo: convertirse en contrapeso de Morena en el congreso federal e impedir que el partido guinda, tenga mayoría en aquella soberanía. Es decir, los une el ánimo de contrarestar el avance electoral del partido que apoya al presidente López Obrador.

Bajo este esquema, es legítimo que las fuerzas políticas integren bloques electorales para mantener una importante presencia en los parlamentos. Lo anterior, ocurre prácticamente en todas las democracias, y aunque muchas veces esos bloques son pragmáticos y obedecen a una coyuntura específica, su conformación es inevitable en el juego político.

Con estos antecedentes se puede decir que México se dirige hacia una restructuración partidista. Esto es, pasaremos de tener un sistema de partidos donde el poder se acumuló en un solo ente (PRI), a un sistema de bloques electorales, conformado por varios partidos. Nada mal para un país que mantuvo una sola hegemonía política por más de 70 años.

Sin embargo, los nuevos entuertos no están exentos de críticas. Por un lado, el nuevo frente político se sostiene solo por la animadversión al presidente. Al parecer, a los integrantes del llamado “Si por México” los une el rencor del que se jacta llamándolos conservadores, retrógradas, minoría rapaz, vende patrias, entre otros epítetos.

Pero el partido del presidente también tiene sus propias contradicciones. En el grupo compacto que ha conformado en el congreso, convergen evangélicos que formaron el Partido Encuentro Social (PES) y un partido amorfo en el espectro político, que sirve solo por su etiqueta, el Verde Ecologista de México (PVEM). A ellos, con frecuencia, se les suma el Partido del Trabajo (PT), que últimamente anda lastimado con el hermano mayor por no apoyarlo para presidir la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.

Estas dos figuras se harán presentes en la elección del año que se avecina. Una jornada electoral que los especialistas han bautizado como la madre de todas las elecciones, donde todo el país será convocado a las urnas para elegir Congreso Federal, quince gubernaturas y cientos de diputados locales y ayuntamientos.

No es exagerado sostener que en la práctica, el ciudadano tendrá dos opciones claramente definidas: el bloque conservador y el liberal. Quizá con menos pureza que en el siglo XIX por las razones antes expuestas, pero en general el país podría verse en blanco y negro, con la oferta política que estas dos opciones presentarán.

Así que con todos sus bemoles, el escenario imaginario de López Obrador se hizo realidad. Revivió los viejos tiempos de federalistas y centralistas, conservadores y liberales, priístas y no priístas. Ese México de solo dos opciones, en donde quizá no se sientan representadas muchas personas pero que su esencia electoral, los hace posible con el sólo fin de conservar el poder. 

@2010_enrique

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