En el ambiente político nacional se mantiene desde hace unos días una disyuntiva: qué futuro político tendrá Marcelo Ebrard y desde qué trinchera defenderá su proyecto. Lo anterior, porque una vez que no ganóo la encuesta interna de Morena, se vaticina un rompimiento con el partido del presidente López Obrador.

Al ex canciller se le acaban las opciones. En su negativa de aceptar los resultados del proceso interno de su partido. Al fuerte contendiente de la izquierda, se le agotó la paciencia y juega sus cartas en las diferentes opciones que tiene.

En el escenario uno, Marcelo parece muy lejos de Morena. Lo cual, descarta la posibilidad de una operación cicatriz con el partido guinda. De hecho, cada declaración del también ex jefe de gobierno, se ve más distante de los ideales de la 4T.

Si esto se mantiene, tendremos el rompimiento más complicado del partido en el poder. Dejando una herida fuerte en las entrañas del movimiento que el mismo Ebrard ayudó a fundar.

También se ve complejo un Marcelo vestido de naranja. Es decir, abanderando la candidatura presidencial del partido de Dante Delgado, que está frotándose las manos para hacerse de un fichaje estrella que seguramente le daría muchos votos, pero no la victoria.

Por otro lado, en un escenario dos Marcelo se quedó sin una opción menos radical. El hecho de participar por la presidencia desde una candidatura independiente. Aquello se disipó unos días después de que el resultado en Morena le fuera adverso.

De hecho, las autoridades electorales tienen contemplados estos tiempos. Porque de nada serviría que un político pueda tener dos opciones en todo momento. Ser aspirante por un partido y a la vez buscar la nominación independiente.

En pocas palabras, se agotó el plazo para presentar carta intención por parte de aquellos que desean ser candidatos sin partido. Ahí no hay lugar para Marcelo Ebrard.

Una tercera opción y, al parecer la peor de ellas, sería acercarse al Frente Amplio por México, el bloque opositor que compite con Morena y que busca a toda costa, generar una ruptura al interior de partido guinda para debilitarlo en las urnas.

Al parecer, ninguna de las opciones parece tan viable. Aquel encumbrado secretario de Relaciones Exteriores podría perder todo si se equivoca en esta coyuntura. El movimiento que lo vio nacer y que lo arropó, podría dejarlo en la orfandad fácilmente.

Incluso, no creo que el propio personaje esté dispuesto a pasar a la historia como aquel que traicionó al presidente y a su partido. Esa carga suena muy pesada. Quizá le convenga tragar tragos de saliva amarga y quedarse en casa.

Aunque para todos es evidente que Marcelo faltó a su palabra y las cosas tardarán mucho en recomponerse si es que decide acatar el resultado de la encuesta de su partido. Las heridas que está causando no se las van a perdonar tan rápido.

Hay cosas que están por verse. El rol que jugará el gran elector (AMLO). Quienes saben, dicen que el presidente es el mejor amigo, pero también el mejor enemigo. No creo que Marcelo pretenda terminar su carrera política confrontado con la figura política más relevante de los últimos años.

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