Uno de los retos más importantes en el ejercicio de la política es la conformación de equipos. Las personas que se agrupan para llevar a cabo un proyecto son el pilar del mismo y su desempeño individual y colectivo debe ser ejemplar.

En este sentido, el gobierno que inicia en septiembre de este año en el estado de Hidalgo enfrenta un gran reto. Lo primero es designar a un equipo capaz, identificado con la ideología que se pretende instaurar y leal al titular del ejecutivo local.

Se cuenta en los pasillos de la política que uno de los primeros retos de los que ejercen el poder es designar al equipo que lo rodea. Esa tarea es básica para la permanencia y trascendencia del proyecto.

Lo fácil sería rodearse de los amigos, de los que siempre han estado al lado, de los que estuvieron en los malos tiempos y se ganaron a pulso un espacio. Eso es lo políticamente correcto. Pero también hay que diversificar y dar oportunidad a los nuevos rostros. Es decir, aquellos que tienen las capacidades necesarias y que podrían ser el complemento adecuado a un equipo muy cerrado de colaboradores.  

Esa es la fórmula ideal: equilibrio. Un equipo balanceado que en su diversidad encuentre su fortaleza. El reto es no solo inclinarse solo a perfiles leales sino también apostar por el talento y las capacidades.

Por eso, cualquier persona que tenga que seleccionar a un equipo de colaboradores tiene que tomarse su tiempo, analizar las fortalezas y debilidades de los prospectos y tratar de potencializar las cualidades de cada uno.

Es por eso que en estos días reina la especulación en los pasillos de la política local. Todos tienen curiosidad de conocer a las personas que acompañarán a Julio Menchaca en la conformación del primer gobierno de morena en el estado de Hidalgo.

Y quizá lo anterior no obedezca del todo a la curiosidad. También prevalecen otros aspectos. En una entidad gobernada durante nueve décadas por un mismo partido lo mínimo que se espera es que la nueva administración sorprenda con muy altos perfiles.

Lo anterior acorde a los resultados obtenidos en las urnas. De ese mismo tamaño (31 puntos de diferencia) es el tamaño de desprecio por la opción perdedora y la expectativa con los ganadores de la contienda.

Por eso no es pertinente especular. Son tiempos de serenidad para que el tomador de decisiones interprete con sabiduría el marcado reclamo popular reflejado en los comicios. Su mandato es muy claro: no más PRI.

Y ese es un buen punto de arranque. No más burocracias engrosadas, ni amiguismos, ni compadrazgos, ni nóminas especiales, ni personas que cobran pero no trabajan, ni excesos, ni simulaciones.

Este es un buen momento para realizar un decálogo de los nuevos funcionarios públicos. Para que ellos dignifiquen los encargos (que son efímeros) y se comprometan a ser (que no se les olvide) verdaderos empleados del pueblo.

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