Y finalmente pudimos conocer las listas de candidaturas a diputaciones plurinominales y de mayoría relativa para la renovación del Congreso. Una vez que el Consejo General del IEEH las apruebe, iniciarán las campañas.
Los registros exhibieron, una vez más, la debilidad de la democracia interna de los partidos políticos. Como ocurre en cada proceso, las dirigencias y/o los líderes fácticos palomearon las candidaturas, ya sea por designación directa o mediante encuestas, cuyas metodologías siempre estuvieron reservadas. Mientras que las pocas asambleas que se organizaron terminaron en pleitos y discusiones, haciendo evidente que cada grupo jala para sus intereses.
Eso explica el desencanto, la molestia y el rechazo de los “verdaderos” militantes, de quienes abrigaban todavía hasta la semana pasada, la esperanza de ser postulados o de que se nominará a sus líderes. Pero fueron sorprendidos con nominaciones que hace años eran consideradas impresentables.
Inmediatamente llegaron los insultos, denostaciones e incluso agresiones en las redes que han dejado ver las rasgaduras en los frágiles tejidos partidistas y que han dejado a su paso, en apenas una semana, un desgaste totalmente innecesario para las y los futuros candidatos que llegarán a la contienda con varios golpes bajos.
Y eso nos invita a cuestionarnos: ¿los auténticos panistas votarán por los priistas? ¿los morenistas más conservadores aceptarán las candidaturas de los recién llegados?
Cada instituto político tendrá que hilar muy fino. Resanar con precisión quirúrgica el orgullo herido. Negociar el descontento. Atender las desbandadas o las huelgas de brazos caídos, los pequeños infernillos, porque si la lesión permanece abierta, continuarán las difamaciones internas que hicieron mucho daño en el proceso pasado.
Y no hay tiempo, ni para los nuevos partidos que deberán alcanzar el tres por ciento de la votación válida emitida para conservar su registro, sus prerrogativas, su presupuesto ni para las coaliciones que deberán mostrar su músculo político
