Hace años, Diego Fernández de Ceballos, político queretano de formas bruscas se refirió a los partidos de menor presencia en el Congreso Federal, como chiquillada. Esa referencia peyorativa se quedó en el colectivo, para identificar a los partidos que representan muy poco en el escenario político. 

Si bien, su existencia está condicionada a mantener un 3% de la votación nacional en los comicios de dicha soberanía, con frecuencia utilizan las alianzas electorales para mantenerse en el juego electoral.

Cuestión sui géneris porque un partido político se debe a sus electores y no a los acuerdos en la mesa para negociar porcentajes de votación, que le permitan gozar de los beneficios y prerrogativas que se les procura en nuestro sistema.

Con este antecedente vale la pena hacer una reflexión sobre el valor real de estos institutos políticos. Muchos de ellos representan un cáncer para el régimen. Debido a que desde hace años han sabido mantenerse gracias a negociaciones y acuerdos.

Es difícil olvidar cuando el verde ecologista (PVEM) tenía su principal nicho en el PRI, las condiciones cambiaron y por un tiempo, encontró cobijo con otro partido tradicional, PAN. Ahora, con entusiasmo se dice compañero de la cuarta transformación.

Este constante cambio de piel, lo utiliza para ganar lo que en las urnas hace mucho no es capaz de hacer. Quizá ya no recuerden lo que es competir solos en una elección. De tal suerte que en lo nacional y con frecuencia en lo local, buscan el acompañamiento de un “hermano mayor” que los guía en la difícil travesía de competir por el poder.

El caso de Hidalgo es un buen ejemplo de lo que pueden ser estos partidos. Aquí el PT y el PVEM, según los resultados de la última elección de gobernador, no alcanzarían el umbral mínimo para mantenerse en la vida pública.

Por tanto, su registro está en riesgo ahora que se agotaron las posibilidades de tener aliados en la elección de ayuntamientos y diputados locales. Ahí tendrán que jugar sus cartas y competir con un partido mayoritario que los despreció en lo local y que los tiene de rémoras en la elección nacional.

Estas conjunciones conllevan cierto nivel de sofisticación, porque en cada elección los partidos políticos deciden con quien aliarse. Por tanto, los escenarios pueden traer como consecuencia confusión en el votante porque esas amistades suelen ser muy efímeras.

Pase lo que pase, el riesgo es alto en la elección local para la chiquillada. Para algunos esta posibilidad la ven con buenos ojos, pero otros se quedarían huérfanos de opciones para seguir viviendo del erario.

En suma, esta morralla no representa casi nada en el debate político nacional. Por el contrario, se utiliza para hacer mayorías ficticias, para utilizar sus sellos y enmascarar candidatos de otros partidos y con ello hacer cuotas de sobrerepresentación, en fin.

En resumen, es difícil no alegrarse cuando los partidos de esta índole se acercan a su final.

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