Hoy quiero compartir una noticia que me ha dejado consternada.  El pasado 23 de diciembre María Guadalupe fue vista por última vez; ella era madre de 2 adolescentes (11 y 15 años), la familia al notarla desparecida de inmediato dio aviso a las autoridades y se levantó una alerta de búsqueda.  Después de una investigación y de las labores de búsqueda hallaron su cuerpo cubierto de tierra; había fallecido víctima de asfixia por estrangulamiento.  El presunto responsable: el esposo, quien ya está detenido y en proceso legal.

La familia ha iniciado un 2020 muy tormentoso y doloroso.  Doloroso por la pérdida de María Guadalupe;  incierto para los adolescentes que ahora han quedado huérfanos a la deriva; tormentoso porque la justicia tiene que aplicarse pero implica ir y venir entre audiencias, fiscalías y juzgados.  Un año nuevo donde los propósitos se reducen a conseguir dinero para los gastos derivados para que se haga justicia.  Un año que se vislumbra muy complicado para la familia.

Esta historia que hoy para mí, tiene un nombre, un rostro y un sentimiento; es la historia de muchas familias afectadas por los feminicidios.  Se acuerdan cuando cuestionábamos sobre “los modos” en que las mujeres se manifiestan; pues bien, hoy puedo decir que se haga LO QUE SEA NECESARIO para disminuir y erradicar estas historias.

Los que cometen feminicidio, tienen muchos motivos; todos ellos basados en la estructura social, religiosa y de educación que hace que algunos hombres y en muchos casos los esposos sientan derecho a ejercer poder y violencia contra la mujer.  Nuestras enseñanzas son: el hombre es la cabeza de la familia, la mujer sumisa y obediente es buena mujer, ¿está usted segura que quiere denunciar?, el amor lo puede todo…seguramente va a cambiar, ¿Qué vas a hacer sola con tus hij@s?, etc.  Entonces no se dimensiona la violencia.  Se comienza con un primer acto violento y en casos como el de María Guadalupe, terminan en muerte.

La familia dice “…agradecimiento por el invaluable apoyo recibido…la difusión de la alerta…pese al dolor y la usencia, es una bendición haberla encontrado…nos reconforta tener la oportunidad de velar y dar sagrada sepultura a su cuerpo…”.  ¿Qué clase de sociedad somos hoy en día? que agradecemos encontrar a nuestr@s muert@s.  ¿Qué dolor es más grande que la muerte? La incertidumbre de no saber qué ha pasado con nuestras personas desaparecidas.

Hoy los que más me preocupan son Sebas y Emi, y todos y todas las pequeñas personitas huérfanas; niños, niñas y adolescentes que lo han perdido todo, que seguramente no alcanzan a comprender porque no pueden entrar a su casa y tener su ropa y sus cosas;  porque la imagen de un padre es difusa; porque el recuerdo de su mamá duele tanto; porque el sistema legal es tan abrumador y desgastante; porque tienen tantos cambios; etc.

Hoy para mí los feminicidios no son una estadística más de análisis, ni un tema que deba estudiar para aprobar una materia, ni un tema más para hablar. ( Y que antes de esta noticia no era indiferente ni insensible al tema) Hoy los feminicidios para mí y tal vez para ti tienen nombre y no sólo es de ellas; tienen el apellido de una familia devastada; tienen la edad de los hij@s huerfános; tienen el precio de los recursos gastados para que se haga justicia.

Hoy ellas tienen mi voz gritando y pintando #NIUNAMENOS.

Vete a la primera.  No te avergüences de lo que te pase, no calles, no ocultes tus golpes con moretones, no le justifiques, no esperes a que cambie.  Denuncia, busca apoyo, salte.  Y después de que lo hagas nunca estés a solas con tu agresor.  Salvaguarda tu vida y las de tus hij@s.

En memoria de toda las mujeres que no pudieron libarse de la violencia.

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