Uno de los atractivos más importantes de un lugar es su arquitectura. La arquitectura es la responsable de la forma de una ciudad, es decir, el panorama general del sitio, más su planeación y su categoría. Puede ser moderna, clásica o tal vez mágica, y su funcionamiento se basará en el tipo de infraestructura con el que contará, orientado a las necesidades de la ciudad.
En este sentido, y siguiendo con las aventuras en la Madre Patria, les narraré mi experiencia y admiración por uno de los artistas innovadores más valioso que existe de la arquitectura moderna. Pero antes, debo resaltar que cada ciudad tiene edificaciones que destacan las diferentes influencias en la historia de la arquitectura en España y que considero de importancia compartirlo, solo como dato general.
Desde el siglo I hasta el V, la arquitectura en las ciudades españolas tuvo presencia romana y musulmana, dejando grandes ejemplares como los acueductos y las mezquitas. Después llegó lo románico, con el arte de la sobriedad reflejado en los monasterios y en muchas de sus iglesias.
A partir del renacimiento, fue cuando la arquitectura pasó a los extremos, es decir, de lo clásico a lo gótico, después a lo barroco hasta regresar a lo sencillo con el neoclásico. Sin embargo, fue la arquitectura modernista, la que rompió con todos los estándares pasados, creando un arte nuevo inspirado en la naturaleza.
A grandes rasgos, la arquitectura moderna se basa en diseños vanguardistas con materiales innovadores. Y aquí es donde damos la bienvenida a Antoni Gaudí.
Antoni Gaudí i Cornet fue un arquitecto catalán reconocido internacionalmente, como uno de los máximos exponentes del modernismo. Provenía de una familia de caldereros, lo que le permitió adquirir una habilidad especial para concebir espacios y para la transformación de materiales.
En 1870 llegó a Barcelona para iniciar sus estudios de arquitectura y cuando los culminó en 1878, el director de la Escuela de Arquitectura declaró una de las frases más controversiales en el medio: “No sé si hemos dado el título a un loco o a un genio, el tiempo lo dirá”.
Una vez obtenido su título, Gaudí se estableció en un despacho en Barcelona, donde inició el inconfundible legado arquitectónico, del cual gran parte es considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Gracias a Gaudí, Barcelona es la ciudad del modernismo, y entre los numerosos ejemplares arquitectónicos de su autoría, los más populares son el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia y la Casa Batlló.
Cuando visité por primera vez la ciudad de Barcelona, quedé maravillada con la Sagrada Familia y al estar en el interior sumergida entre los colores de sus vitrales, sus grandes columnas y escuchar por la impresionante acústica los maravillosos cantos del coro, en mi cabeza solo pude pensar “debo casarme aquí”.
Para ese entonces, todos los trabajos de remodelación indicaban que culminarían en el 2026 y muchas secciones estaban suspendidas de visitas, debido a las fuertes lluvias. Hasta la fecha se sigue respetando el 2026, como el año para terminar los trabajos con el propósito de coincidir con el centenario del fallecimiento del arquitecto Gaudí.
Aquel pensamiento de mi niña ingenua me da mucha ternura, pero al mismo tiempo veo una oportunidad abierta, pues aún faltan un par de años y si el destino me lo permite, tal vez pueda cumplir ese mágico deseo.
Yo creo que Barcelona no sería la misma sin la impronta personalísima de las obras de Gaudí, y bajo esta opinión y mi gran admiración por el arte de esta ciudad y este arquitecto, en el 2013 escribí un poema titulado “Barcelona” el cual narra la magia de una mujer enamorada en la ciudad. Este poema fue seleccionado y publicado en una antología de voces jóvenes, la cual, no solo me impulso a seguir la escritura, sino que actualmente, una década después, me sigue inspirando e incitando a seguir compartiendo este tipo de vivencias y emociones.

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