Por Arturo Hernández Cordero

La celebración de la Cumbre de Líderes de América del Norte, fue un evento que muy probablemente marcará el porvenir cercano de México.
En días pasados, el embajador estadounidense en México, Ken Salazar, afirmó que América del Norte es la región más rica, poderosa e integrada del mundo, y que el fortalecimiento de las relaciones trilaterales conseguido en la Cumbre, permitirá a Norteamérica sortear los retos geopolíticos venideros con solvencia. Y es que tanto los EE.UU. como Canadá, ven en México al país clave para hacer frente a las consecuencias del deterioro de sus relaciones con China.
Las relaciones de Estados Unidos con el gigante asiático, pasan por su momento de mayor tensión en medio siglo. Con China constantemente amedrentando a Taiwán y los EE.UU., imponiéndole sanciones económicas, se ha generado un ambiente hostil entre ambas potencias propiciando que varias empresas estadounidenses, empiecen a salir de China y busquen producir mucho más cerca de los EEUU (fenómeno conocido como “nearshoring”), es ahí donde entra México en escena.
México se perfila como el país que sustituirá a China en la industria manufacturera, para varias de las multinacionales estadounidenses. La posición geográfica privilegiada del país, los sueldos relativamente bajos y una población joven y calificada, son los principales atractivos que según diversos analistas, llevarán a México a experimentar una década de bonanza económica a expensas del declive de China como fábrica global.
No obstante, para que dichas predicciones puedan materializarse, se requiere de una mayor apertura por parte del Gobierno de México a la inversión extranjera, además de respetar los compromisos que estipula el T-MEC. Las relaciones con Estados Unidos y Canadá tienen hoy su momento de mayor relevancia desde la firma del TLCAN en 1992.
Hace 30 años se intentó entrar al neoliberalismo sin contar con mano de obra calificada y con modelos de producción obsoletos. Hoy México tiene un panorama interno muy distinto y una oportunidad inmejorable de consolidarse como potencia manufacturera, siempre y cuando no se pondere el populismo de izquierda sobre los compromisos externos del país

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