Este fin de semana se celebró el Consejo Político Estatal del PRI en Hidalgo y como es su costumbre, hicieron que sonaran fuerte los tambores y las porras. En aquel montaje conocido por sus simbolismos, los priístas se mostraron orgullosos de sus colores, de su candidata y de su gobernador.

Pero en el fondo, todos saben que están simulando. Aquellos tiempos buenos donde las elecciones eran solo un trámite de legitimación, han quedado muy lejos. El escenario actual les exige una transformación que al parecer no están dispuestos a iniciar.

Por principio de cuentas, muchos de los presentes están solo por compromiso. Más de uno tiene ganas de “abandonar ese barco”, que se hunde poco a poco. Los más aventurados gritan “vamos a ganar” con la misma convicción que antes, pero con la claridad de que no les alcanza con los deseos.

El panorama está lleno de nubarrones, pero ahí están, agrupados y supuestamente identificados con la misma candidata para jurarse amor eterno y continuidad del reino priísta, asentado en territorio estatal desde hace 93 años. 

Se dicen ganadores porque Fayad dejó atrás su “malentendido” con la dirigencia nacional, porque los aspirantes en el proceso interno ahora se retratan abrazados, porque son arropados por el gobernador del Estado de México, porque todavía se ven muchos chalecos rojos en la explanada de sus instalaciones.

No obstante, y como dice la canción que hizo popular Paquita la del Barrio: tres veces te engañé, la primera por coraje, la segunda por capricho y la tercera por poder. Esto aplica perfectamente al comportamiento que han mostrado los que se decían “soldados del PRI”.

Se visten de rojo, pero su corazón es guinda, trabajan para el sistema, pero saben que las entrañas del poder local están podridas, desean gritarle improperios a los ex gobernadores, delegados, secretarios y otros funcionarios, pero tienen que guardar las formas, se toman fotos para testimoniar su presencia, pero quisieran ser invisibles en aquel acto de vacuidad.

Ese priísmo que se niega a morir no se ha dado cuenta que tiene los días contados. No es ningún secreto que su intención del voto es cada vez menor y que sus principales promotores, ven con desagrado la imposición de un perfil (Viggiano) que se encuentra lejos de sus modelos a seguir.

Por eso, aquellos ceremoniales que se realizan en el partido tricolor son fatuos y carentes de sentido. Porque se trata de una feria de engaños que cubre con una cuota. Se hace acto de presencia, pero eso no significa nada. No van a votar, ni promover el voto como antes.

Se promete disciplina y lealtad para el proyecto, pero muchos de ellos ya están viendo una salida de emergencia para asegurar el futuro laboral y económico de la familia después de junio. Se compromete apoyo, pero muy pocos son portavoces del mensaje en sus círculos cercanos.

El punto es que en el lenguaje simulado todos parecen felices y unidos cuando el contexto dicta que se desmorona ese ritual que sirve solo para el engaño. Se pretende mandar un mensaje que no tiene contenido, una imagen que no obedece a la realidad y una candidatura que solo es respaldada por la ambición.

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