Hace unos días se publicó un video donde el Secretario de Cultura del estado de Hidalgo, Olaf Hernández, celebra una guapachosa reunión en su oficina. Esto ocurrió en horario laboral y en tiempos de pandemia.  

Ese exabrupto hizo lo que muy pocos habían logrado antes, que la comunidad cultural hidalguense se uniera para pedir la destitución del funcionario. En consecuencia, la noticia de hoy deja un amargo sabor de boca, porque el señalado pidió licencia al cargo cuando había elementos de sobra para que el mandatario estatal lo destituyera.  

Los excesos de Olaf Hernández, pueden quedar en la anécdota y ser parte de una etapa muy gris en la dependencia. Pero lo sustancial, es que después de tener un desempeño cuestionado, de instrumentar una raquítica política cultural y de ser evidenciado en los medios nacionales, se le permita tener una salida “digna” como si hubiera cometido una falta menor.

Lo preocupante es que la gestión cultural en el estado, sigue siendo moneda de cambio. O al menos eso parece, cuando una encomienda de tal envergadura recae en personas con un perfil muy alejado del que se requiere, para instrumentar una verdadera política cultural.  

Aquí no hay grandes secretos. Se necesita un trabajo coordinado para sumar a los creadores y promotores culturales, gestionar apoyos a grupos y colectivos, estimular la formación de espacios y foros, en fin. No hay que inventar nada.

Es cuestión de construir desde abajo, las estrategias necesarias para que la cultura sea un medio que potencialice la identidad, el arraigo, entre otros.

Bajo un esquema bien planificado, la administración de la cultura abona al turismo, a la creación de públicos específicos y a posicionar al estado de Hidalgo en un lugar privilegiado a nivel nacional por la diversidad de expresiones que nos caracterizan.    

Pero nada de lo anterior ocupó al exsecretario, por el contrario, su desdén durante los últimos dos años y su reciente “travesura”, propició – desde adentro – un duro golpe al gobierno de Omar Fayad. No solo asumiendo un papel de “becario” mientras estuvo al frente del cargo, sino que en su afán de recomponer su agravio, conduce sus alegatos al ridículo.

Porque Hernández consideró pertinente pedir licencia al cargo por “los supuestos hechos acontecidos en las oficinas pertenecientes a la Secretaría de Cultura” es decir, cuestiona la veracidad de los testimonios que fueron presentados en diversos medios nacionales y locales.

Esto apunta a que el exhibido esté pensando en descalificar las fuentes que publicaron el video, donde se observa el maltrato de las instalaciones de la secretaría, antes que hacerle frente al deber ser, es decir, a recibir una sanción por el comportamiento inadecuado de un servidor público.

De esta manera se podría aplicar el mismo criterio que algunos grupos utilizaron con la candidatura de Morena en el estado de Guerrero, donde Félix Salgado Macedonio acusado de violación, tuvo que desistir a su aspiración gracias a una campaña que sugería la existencia de un “pacto patriarcal” entre el ahora excandidato y el presidente de México. 

Los grupos referidos sostenían que había un tipo de negociación arriba (en la cúpula del poder), que hacía posible que una persona tan cuestionada fuera candidato en aquel estado sureño. El mismo talante aplicaría para el caso de Hidalgo, donde se podría pedir al gobernador que rompa el pacto con unos de sus funcionarios, quien es fuertemente cuestionado por su inoperancia y excesos.

@2010_enrique  

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