Una tragedia ha llamado la atención en la zona metropolitana de Pachuca. Se trata de un presunto asesino que no solo terminó con la vida de su pareja, sino que mató también a la familia de la hoy occisa.
A lo anterior, hay que sumar que el señalado fue policía. Es decir, formaba parte de quienes presuntamente están para salvaguardar el orden, integridad y seguridad de las personas ante la delincuencia.
Además, esta misma persona ya había estado en la cárcel, acusado por violencia familiar y privación ilegal de la libertad, denunciado por su pareja quien solo obtuvo una orden de restricción, que a la postre no sirvió de nada.
Ante esta circunstancia, también llama la atención la decisión que tomó la jueza del caso, al dejar libre al señalado tan solo un mes después de su primera detención. Esa ligereza de criterio costó muy cara, porque hoy se tienen cuatro personas sin vida por el mismo caso.
Todos estos elementos nos hacen replantearnos los modelos de procuración de justicia. Por ejemplo, hay que tener más y mejores mecanismos de control en la contratación del personal policial.
A la par, una vez que se concluya la relación laboral de algún miembro de los cuerpos de seguridad, valdría la pena dar seguimiento a sus actividades. Porque esa persona ya conoció las profundidades del sistema delincuencial y puede tomar decisiones erráticas.
En otras palabras, ya conoce las deficiencias del sistema de impartición y administración de justicia y puede convertirse en una figura clave para los grupos delincuenciales. Es decir, tu mejor amigo se puede convertir en tu peor enemigo. Lo anterior, se entiende bajo el postulado que conoce bien tus fortalezas, pero sobre todo tus debilidades.
También, y esto resulta pertinente es estos tiempos, hay que capacitar a los juzgadores para que mantengan un criterio más rígido en contra de los violentadores. En su mayoría, requieren un tratamiento psicológico de largo plazo. Las sanciones administrativas no erradican estas condiciones, por arte de magia.
También hay que fomentar una cultura para involucrar a los sectores sociales. Decirles a las víctimas que hay un ejército ciudadano a su disposición. Es cierto que las autoridades tienen sus deficiencias. Por tanto, hay que construir una coraza entre todos para que los delincuentes tengan muchos ojos cuidando y vigilando su comportamiento.
Es muy lamentable lo que ocurrió en esta provincia, que hasta hace poco era muy segura. No se tenían estos casos y cuando se conocía algo similar, la justificación general es que se trataba de personas que eran de Pachuca.
Hay que quitarnos la venda de los ojos. No estamos exentos de estos acontecimientos que solo se reproducen en una base social frágil y poco organizada. Hay que hacer equipo con todos lo que quieran erradicar la violencia, en cualquiera de sus formas, para regresar la tranquilidad y serenidad a los hogares de los hidalguenses.