Por Arturo Hernández Cordero

Con la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, de nueva cuenta la polarización que existe en el país en torno a los megaproyectos emprendidos por la 4T salió a la luz.
Más allá del evidente aspecto rústico del nuevo aeropuerto (clara muestra de haber sido inaugurando con premura) y su aún limitada capacidad operativa, el proyecto se ha materializado, y para mayor pesar de la oposición, se ha logrado bajo los términos, plazos y condiciones que el presidente López Obrador ha dictaminado.
Evaluar la rentabilidad general del AIFA es de momento imposible, pues para tal fin tendría que llegar este al tope de su operatividad, algo que tardará varios años en suceder.
Consciente de eso, la oposición ha presentado críticas insustanciales sobre el AIFA (relacionadas a su ubicación y aspecto), al no haber sabido defender el mal logrado proyecto del NAIM.
Por su parte, los megaproyectos de infraestructura de la 4T, parecen estar saliendo a voluntad del Presidente. Se ha inaugurado el aeropuerto prometido para la CDMX (aunque no exento de irregularidades), se consiguió la compra de la refinería en Texas y está en puerta la inauguración de la refinería de Tabasco, además, el proyecto del Tren Maya parece ir viento en popa.
No obstante, del éxito que están teniendo los megaproyectos de AMLO en cuanto a su materialización, la viabilidad de todos y cada uno de ellos está en entredicho y generan más dudas que certezas.
El Tren Maya, por ejemplo, genera incertidumbre sobre su impacto medioambiental y sobre el financiamiento titánico que necesitará para mantenerlo en operación (ni siquiera las estimaciones más optimistas auguran que el proyecto sea autosustentable), al igual que no existe certeza de la viabilidad a futuro de las nuevas refinerías.
Pero aún y con los contras mencionados, los megaproyectos de la 4T están cumpliendo una función propagandística y demostrando la suficiencia de la actual administración para culminar obras en las que en su momento la oposición fracasó. Por poner un ejemplo, una refinería en Dos Bocas, tiene un impacto mucho más positivo en el imaginario colectivo que una barda en el municipio de Atitalaquia

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