Al escuchar el sonido de varias flautas, en una escalada musical de tonos de mayor a menor, de inmediato identificamos el arribo del afilador, un personaje que a su paso y al verlo trabajar nos remonta al pasado, con un entorno muy pintoresco y añorado.
Este oficio prevalece en Tulancingo y realmente, son pocos quienes se dedican a esta actividad que se resiste al olvido.
Bartolo Tolentino, recorre diariamente las calles de Tulancingo, desde temprana hora. Refiere que actualmente quedan alrededor de 10 afiladores en esta ciudad.
Tiene 37 años y desde los 14 comenzó a trabajar, en esta actividad heredada tanto de su papá como de sus tíos y con ello, mantiene a su familia.
Agregó que ya tiene sus clientes, principalmente en las colonias Francisco I. Madero, Vicente Guerrero y Guadalupe.
El trabajo, comentó, tiene que hacerlo de forma minuciosa, con movimientos lentos, ya que de lo contrario, los cuchillos pueden perder el fijo y quedar inoperantes.
Refirió que son entre cinco y 10 utensilios principalmente de cocina y tijeras, los que afila en su andar, con un costo de 35 pesos, cada uno, a fin de que queden listos para los diferentes tipos de cortes.
Ahora, lo acompaña su hijo, de 11 años de edad, quien ya está aprendiendo este oficio y además, le gusta recorrer las calles de Tulancingo, con su papá.
El entrevistado, reconoció que es poca la demanda que tiene este trabajo, aunque con ello prácticamente sostiene a su familia.
El instrumento musical con el que el afilador de cuchillos anuncia su paso, se conoce como “caramillo”
Se trata de una flauta pastoril, de origen medieval, que también se conoce como flauta de pan. Los primeros caramillos fueron hechos con madera, luego caña y actualmente existen ejemplares de plástico.
Otra de las características del afilador de cuchillos, es su medio de transporte –la bicicleta–, la que también funge como su taller rodante.
A diferencia de otras bicicletas, la del afilador tiene una estructura metálica desmontable que eleva la llanta trasera, la cual se mueve gracias a la cadena.
De esta manera, la bicicleta permanece en un mismo lugar cuando se pedalea. Gracias a este movimiento estático, la llanta activa un sistema de engranajes que hacen girar un torno, con la piedra o esmeril que afila los cuchillos y tijeras, pues desgasta el metal achatado de los mismos. Chispas y un ruido estridente brotan con la fricción del metal y la piedra, hasta que finalmente lo cuchillos y tijeras quedan como nuevos, escapando a ser objetos desechables, tan comunes en nuestra época.
Aunque no hay datos precisos que den cuenta del oficio del afilador, se piensa que como tal nació en la ciudad de Orense, en Galicia, España, en el siglo XVII. Debido a ello, la ciudad también es conocida como “Terra de Chispas”.

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