En la cultura mexicana el bailar es primordial, principalmente por los eventos sociales y culturales, pero a pesar de ello, no todos nacemos con la habilidad para ejecutarlo.
En mi caso, el baile es una destreza que heredé de mamá, aunque si preguntan con la familia dirán que lo bailarina lo saqué de papá. Sin embargo, no recuerdo con certeza en que momento el baile se convirtió en una de mis pasiones. Lo que sí recuerdo es que es una actividad que disfruto hacer, desde muy pequeña.
Cuando tenía entre seis y siete años, disfrutaba bailar con mi propia sombra, esto es que buscaba lugares alrededor de la casa donde pudiera ver reflejada la sombra de mi cuerpo y me ponía a bailar. Colocaba una grabadora de reproductor de disco compacto, sobre una silla cerca de mí y comenzaba la música que era una mezcla entre los gustos de mi madre y mi hermana mayor, además de una que otra canción popular que escuchaba de la radio.
Recuerdo que prestaba mucha atención a la silueta de mi cuerpo y los movimientos libres que lograba realizar. Pensaba que se veían muy bonitos y creía que la que bailaba era alguien más. Después de eso, mi madre comenzó a decorar la casa con muchos espejos, así que dejé de bailar con sombras, para mirarme fijamente en ellos e inconscientemente comencé a trabajar mi proyección corporal. En ese momento no sabía que se podía bailar de manera profesional.
¡Qué cada quien baile al ritmo que le haga feliz!
Bailar es realizar movimientos libres al compás de una melodía, pero si dedicas tiempo, practicas mucho y logras tener el dominio de tu cuerpo, los movimientos corporales se vuelven un arte y eso en esencia es la danza.
Yo inicié en la danza a la edad de once años y como hoy es una de mis grandes pasiones y mi pasatiempo, quise escribirles de que va un día siendo bailarina y platicarles de los procesos detrás de un espectáculo. Dicho en otras palabras, hablar de los ensayos.
Las últimas semanas he tenido mis días llenos de ensayos, que no son más que los días destinados para practicar los zapateados y las secuencias de una canción o correcciones de estos más las coreografías con todos los compañeros y los directores al frente.
En mis inicios dancísticos, cuando era pequeña, tomaba de tres a cuatro días de ensayos a la semana, para corregir postura, trabajar técnica, comprender lenguaje dancístico y aprender de la cultura de las danzas.
Actualmente, mis ensayos únicamente son dos veces por semana, viernes y sábado obligatoriamente, aunque si surge la necesidad de alguna práctica extra, el director del grupo nos manda llamar.
Cada grupo emplea su propia forma de trabajar y lo que me gusta de mi grupo, es decir, de la compañía en la que bailo desde el 2001, es la energía que se transmite desde el inicio del ensayo hasta el final.
No es que sea una receta secreta, pero la forma en cómo llevar un calentamiento y estiramiento adecuado para el cuerpo, hace la diferencia para lograr con éxito unificar la energía y los ánimos de todos los miembros.
Además de ello, la disciplina es importante. Es decir llegar temprano, saludar a los compañeros, vestir ropa deportiva y cómoda, que nosotros por estética la usamos de color negro.
También la integración es un factor fundamental porque somos personas de diferentes edades con diferentes profesiones, que al momento de pisar un escenario, sea de ensayo o de alguna presentación, todos nos volvemos orgullosamente bailarines.
Y con ello llegan las amistades, las giras tanto nacionales como internacionales y las memorias de la interacción de la cultura con la gente.
El pasado fin de semana, por ejemplo, nos invitaron a participar en una Feria Patronal en Santiago de Anaya, en la cual, no solo inició las múltiples presentaciones que tendremos durante el año en curso, sino que nos brindó una interacción directa con la comunidad de una manera tan gentil, que vale la pena experimentarlo. Que de ser posible se los platicaré en una semana más.

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