Era un jueves y el sol iluminaba la ciudad de Chicago. Habíamos aprovechado toda la mañana para caminar por la ciudad y llegamos a la Torre Willis, por la calle Adams oeste. En la esquina que cruza con la calle Franklin sur, se encuentran un “Prêt à manger” y un “Starbucks”, y para los que no lo conocen “Prêt à manger”, es una cadena de comida orgánica muy popular en Europa y aunque su nombre está en francés, que significa “listo para comer”, la cadena es británica.
Es reconocida por sus sándwiches, jugos y fruta, pero lo más curioso es que en Francia o al menos en la ciudad de París, siempre está ubicado junto a un café de “Starbucks”, es por eso por lo que al dar vuelta sobre la calle Franklin sur y ver que en Chicago es parecido, me lleno de recuerdos y me hizo sonreír; pero bueno solamente se los comparto como dato curioso.
Sobre la calle Franklin sur se ubica una de las entradas a la Torre Willis, y antes de ingresar puedes visualizar en las letras grabadas de las paredes exteriores, los nombres de las empresas o atracciones que hay dentro de la torre, seguidas de tres puertas que te conducen directamente hacia el lobby del lugar.
Al entrar te topas con una recepción muy grande y con más de 8 empleados brindando información. En mi caso, únicamente pregunté para el acceso al mirador, y con el apoyo de un guardia de seguridad, nos dirigimos hacia un costado para tomar uno de los 107 ascensores que trasladan sin demora al “Skydeck Chicago”.
Entonces, el ascensor descendió un par de pisos hasta llegar a una habitación iluminada llena de máquinas donde adquieres los boletos de entrada, pero como yo tenía un par de dudas por el tiempo de la visita, al final terminé comprando los boletos directamente en efectivo con el asesor de la recepción si tener mi experiencia interactiva con dichas máquinas.
Si tanto rodeo, empezamos el recorrido con un túnel del tiempo. Lo primero, una pared representativa con la bandera de la ciudad en grande y la explicación de sus emblemas y colores, seguido de grandes murales, fotografías y proyecciones de la historia de la ciudad. El siguiente apartado mostraba la construcción de la torre, la explicación de su arquitectura y la comparativa con los grandes edificios del mundo, siendo hoy en día el “Burj Khalifa” de Dubái, la edificación más alta del mundo.
La tercera parte es sobre la cultura popular de la ciudad de los vientos, es decir, habitaciones dedicadas a comidas, paisajes, monumentos y personalidades importantes como Michael Jordan, Barak Obama y Oprah.
Una vez terminado el recorrido, ingresas nuevamente a otro ascensor que te lleva hasta la cima y aquí se pone interesante la cosa, ya que este ascensor es amplio y moderno, con pantallas y aire acondicionado, pero lo más impresionante es que caben alrededor de 30 personas y subes 103 pisos en menos de 1 minuto. Lo mejor de todo es que no sientes nada, solo vez la numeración digital en la pantalla de los pisos que vas ascendiendo y sin más, llegas a la cima. Realmente quedé anonadada, pero feliz de estar en el famoso Skydeck.
Toda la parte de arriba es el “Skydeck Chicago”, es decir, un mirador de 360 grados lleno de vitrales panorámicos que te permiten observar todo el paisaje urbano de la ciudad en diferentes ángulos. La vista más impresionante es dentro de “the glass legde”, que es la parte más concurrida y controlada del mirador. Como su nombre lo dice, es una caja de cristal al borde del mirador dónde no solo puedes ver los alrededores de la ciudad, sino que además puedes tomar fotografías increíbles y originales.
Como esta parte es controlada tienes que hacer fila, y según el orden vas pasando a una de las 5 cabinas de cristal para que tomes tantas fotografías como desees en un tiempo máximo de 2 minutos. No obstante, el personal también te toma una foto con cámara profesional, para que si lo deseas al final de la visita la compres impresa o la adquieras en digital.
Lupita y yo estábamos realmente emocionadas de estar ahí; ya formadas habíamos simpatizado con algunas personas y desde que compramos las entradas no habíamos parado de capturar el momento. Cuando llegó nuestro turno para entrar a la cabina, por cortesía me ofrecí a fotografiar primero a Lupita. Cuando acabaron los 2 minutos sonó una alarma y le dije muy segura “ahora me toca a mí”.
Desafortunadamente, los minutos eran por turno y no por persona, así que un poco decepcionada tome rápidamente una selfie, que es justo la que les comparto con este texto.
Después el chico encargado nos dijo que podíamos volver a la cabina siempre y cuando hiciéramos nuevamente la fila. Así que entre risas regresamos a formarnos logrando minutos después mi gran sesión fotográfica en el popular “The Ledge”.

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