Pareciera que vivimos en una zona devastada, que no se describiría de otra manera, por un desastre natural que pareciera ser ahora, una disputa más por las cámaras de video, que por la búsqueda de soluciones.

Se ha llegado al punto de tener la necesidad de tramitar un amparo, para poder aportar apoyo a los damnificados, lo cual evidencia un ambiente no solamente tenso sino con una total falta de certeza y lleno de incertidumbre, respecto de credibilidad de quien debiera ser protector de los derechos humanos.

Un ambiente que parece permear por una falta de seguridad y por una llamada a la existencia de grupos criminales, que aumentan la tensión en la zona.

Sin embargo, lo peor que se ha podido ver en las imágenes que se transmiten, es a la propia policía amedrentando y quitándole combustible a los ciudadanos, que esperaban formados por dicha energético, haciendo uso de su fuerza ante personas desarmadas y pacíficas.

Parece que el ambiente que ha permeado desde la catástrofe en la zona de Acapulco, cada día se vuelve más desolador y sin importar las conferencias y las opiniones emitidas de un lado del gobierno o de otro, lo cierto es que existe una responsabilidad ineludible respecto de la situación en Acapulco y es el gobierno.

En primer punto es al Estado sin duda, a quien le corresponde mantener la paz y la seguridad en estos momentos donde más necesita la población de esa autoridad.

En segundo punto, es a este gobierno federal nadie a quien le corresponde garantizar la confianza en las instituciones, para evitar cualquier disputa o discrepancia, con lo que se debiera garantizar la cohesión social.

En tal sentido, parece un mundo al revés. Como sociedad debemos buscar la solidaridad entre las personas y buscar que la zona afectada, regrese lo más pronto posible a la normalidad apoyando a quien ahora nos necesita.

juanfer_lm@jfg

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