El fin de semana me puse a estudiar un poco a la escritora y novelista mexicana, Rosario Castellanos. Y aunque en este texto no hablaré particularmente de su vida o sus grandes obras, quiero mencionarla porque me fue interesante el darme cuenta de que ha sido hasta ahora, a mis treinta años, cuando he podido identificarme realmente con su dedicación y forma de escritura.
Ella se dedicó a escribir durante toda su vida. Escribía en prosa y su escritura tenía una estética perfecta, además de colaborar continuamente con la preservación de la cultura de México. Y es en este momento donde puedo entender muchas de sus pasiones y sus tormentos. La escritura te permite romantizar la vida…
Así que en esta ocasión les compartiré la primera parte de una micronovela, la cual he titulado “Aire que emerge”.
“Aire que emerge”
Lo maravilloso de los atardeceres en París, eran los colores pasteles que invadían el cielo. Todos los días, Bárbara recorría las mismas calles con los mismos edificios, pero el cielo siempre era diferente e impredecible. Un poco como ella y sus veinte personalidades.
Aquel paisaje se prestaba para tomar fotografías diarias, que después se convertían en un fondo de pantalla perfecto e inspirador. Algunas veces, inspirada en esos colores, se dedicaba a escribir unas estrofas en prosa y se llenaba con ellas de mucha magia el corazón.
Aquella tarde del 6 de julio, Bárbara se sentía particularmente feliz porque después de trabajar en un horario exigente durante cuatro meses consecutivos, por fin había logrado conseguir trabajar solo medio turno del sábado, lo que significaba tener el resto del día libre para disfrutar de la ciudad de París. Así que, sin perder tiempo, se puso en contacto con sus amigos de la facultad y sin más, quedaron de verse a las 8 pm cerca del Quai d’Hotel de Ville.
La primera en llegar al sito fue Kelly, una estudiante singapurense que agradaba a todos por su simpática personalidad y su increíble estilo de la moda. Siempre vestía atuendos vanguardistas, luciendo joyas y combinando todo con zapatos cómodos y sombreros; muy ad hoc para vivir en una de las ciudades influyentes en la moda europea. Kelly conocía mucho de la industria musical y del arte, y había llegado a la ciudad por casualidad, pero a pesar de llevar casi un año en territorio Galo, el francés seguía siendo su flaqueza.
La segunda en llegar fue Linda, una hermosa mujer china y la mejor amiga de Bárbara. Su verdadero nombre era Xinyu Lin, pero al ser una pronunciación difícil para los extranjeros, optó por cambiarse el nombre y ser amigablemente Linda. Minutos después llegó el matrimonio polaco de Allan y Marie. Ellos se habían conocido en New York, y después de enamorarse y probar el destino trabajando y viajando por diferentes lugares, habían llegado a París para disfrutar realmente del romance de pareja y del verdadero amour. Además, Allan era políglota y adoraba bailar salsa, por lo que relacionarse con latinos, como lo era Bárbara, le emocionaba de sobremanera y le servía para recordar sus mejores pasos.
La última en llegar fue Bárbara, tuvo dificultades con su secadora y su delineador, pero había llegado acompañada de una buena botella de vino y una caja de macarons.
Cuando llegó al jardín, sus amigos ya tenían listo sobre el mantel de cuadros blanco y rojo de Vichy, y entre varios manjares singapurenses que había ofrecido Kelly, el centro de la convivencia gastronómica estaba lleno de hummus, baguettes, frutos rojos y una variedad de quesos que no podían faltar.
La velada se acompañó de un cielo en tonos rosas, que a todos hizo recordar esa popular canción francesa y aunque ninguno cantó, Bárbara les dedico en sonrisas su cariño inmenso porque, tal vez, no lo había notado antes, pero sus amigos eran su vivir.
El tiempo paso rápido, los colores del cielo fueron cambiando y cuando se encontraban recostados sobre el césped, después de risas y mucha tragadera, Bárbara recibió un mensaje Josh.
Josh era su compañero de trabajo y aunque lo veía casi a diario, intentaban platicar de noche de cosas externas a lo laboral. De vez en cuando se quedaban y disfrutaban de los paisajes nocturnos de la ciudad de la luz.
Entonces, al recibir su mensaje inmediatamente le invitó a unirse al pique-nique y le envió la ubicación. Así que antes abrir la última botella, Josh se acercó a la orilla del Sena y se les unió. [Continuará…]

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