En esta ocasión cambiaremos las historias del país Galo, para adentrarnos un poco en la cultura de España, pues como lo había precisado en el texto de la semana pasada, me encuentro de aventura por tierras europeas.
Como ya sabrán (por mis textos pasados), y si no lo saben, porque claro, posiblemente esta sea de las primeras veces que leen mis líneas, se los cuento: a mí me encanta ir de viaje por carretera.
Me gusta mucho la aventura, de visitar nuevos y viejos sitios; y aunque anteriormente los viajes por carretera que había realizado, únicamente los frecuentaba acompañando a familiares y amigos, en esta ocasión lo hice con unos desconocidos.
En realidad, fueron desconocidas, porque todas eran mujeres y no eran del todo desconocidas, puesto a que ya nos habíamos comunicado con antelación mediante las redes sociales.
El punto es que este trayecto fue con personas distintas a lo habitual y aquí va la historia.
No es ninguna novedad que a través de una aplicación podamos comunicarnos con diferentes personas, para tener el beneficio de un encuentro. En el caso de Blablacar, puedes contactar con gente que tiene auto para viajar hacia algún destino o ser quien ofrece un viaje y desea compañía en el camino.
En cualquiera de los casos, esta aplicación te da la facilidad de trasladarte de un lado a otro, de una manera más cómoda, más rápida y al mismo tiempo de conocer personas. Y si eres conductor, esto ayuda a ahorrar en los gastos del viaje.
Ahora, dada la situación de mi viaje que era express, decidí trasladarme desde Madrid hacia la ciudad de Sevilla usando esta aplicación de Blablacar, porque era más rápida y se acoplaba perfecto a mis horarios de viaje.
Lo primero que hice fue reservar un lugar en un viaje ofertado, sería un viaje de seis horas, Madrid-Sevilla, con un chico del cual olvidé el nombre. El detalle fue, que como estuve en un vuelo de doce horas no pude confirmar el viaje y cuando mi vuelo aterrizó en la ciudad de Madrid, mi viaje de Blablacar estaba cancelado.
En cuanto me di cuenta de la cancelación, tuve unos momentos de desesperación porque no solo perdía tiempo, sino que al no tener internet ni línea local, la comunicación me era limitada.
Respiré y pensé positivo. Aproveché el tiempo dentro del aeropuerto para conseguir un nuevo viaje y afortunadamente en menos de 5 minutos, encontré uno nuevo. Este se confirmó automáticamente, por lo que al instante compré una tarjeta del metro, para trasladarme al centro de Madrid y llegar al punto de partida.
Aún no me sentía tranquila, así que compré un chip con número local y llamé a la conductora, Alejandra era su nombre, y cuando escuché sus palabras decirme: “Victoria, tu lugar está confirmado”, fue entonces que pude respirar.
De hecho, me pidió que saliéramos más tarde, así que tuve tiempo de quitarme el frío caminando un rato por las calles aledañas. También tenía hambre, así que cuando me topé con una panadería, entré y me compré una “baguette”.
Y así empezó mi roadtrip, con la primera acompañante, la conductora Alejandra. Una mujer de 47 años que viajaba una vez al mes a Madrid, para visitar a su pareja.
Me contó que tenía una hija de 16 años, por lo que estaba acostumbrada a viajar acompañada y con chicas, y cuando no podía viajar con su hija, le gustaba usar el usar Blablacar.
Al viaje se unieron dos chicas más, unas sevillanas estudiantes de universidad. No recuerdo el nombre, pues lo dijeron tan rápido con acento andaluz que no lo entendí. Ellas tenían coche propio, pero como en esta ocasión habían venido de fiesta a la ciudad, les era más cómodo y seguro utilizar un Blablacar.
El viaje en carretera con estas mujeres fue muy divertido. No solo fue el escuchar sus historias, sino de compartir mi propia historia con ellas. De hecho, este viaje fue como la bienvenida a Sevilla. Que por cierto, fueron ellas las que me enseñaron del típico desayuno sevillano: una tostada de jamón y café.
Cuando no hablábamos, disfrutábamos de la música y del paisaje que nos rodeaba con la Sierra de Gredos y por la ventana los rayos del sol. En los alrededores también se observaba mucha vegetación, animales de granja y a veces a lo lejos llegaba a notar los castillos, como el castillo de Trujillo.
Fueron 540 kilómetros en seis horas, en una carretera limpia, sin ningún bache.
Al llegar a Sevilla, optamos por despedirnos cerca de la nueva Torre de Sevilla, un lugar lindo y transitado, pero no necesariamente dentro del centro de la ciudad.
De ahí me desplazaría hacia mi hogar temporal, pero eso es una historia más.

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