Las encuestas sobre preferencias electorales que publicó tanto Massive Caller como C&E Research, son una fotografía temprana pero útil sobre la contienda por la gubernatura de Hidalgo. De acuerdo con los resultados, Morena tiene el 50% de la intención del voto, el PRI apenas alcanza el 20.7%.
Así que lo que estamos viendo es la caída de una fuerza partidista que mantuvo el control político del estado por más de noventa años, centralizado y depositado en el Gobernador del Estado.
Si bien la tricolor gobierna 32 de 84 municipios, su voto duro ha perdido fuerza, mientras que el resto de las y los ciudadanos lo asocian a corrupción, autoritarismo, impunidad. La franquicia es muy difícil de promover.
Al mismo tiempo, miran con recelo los escasos resultados que han dado el Gobierno de Omar Fayad, pese a los enormes gastos en publicidad. La percepción generalizada es que las grandes obras de infraestructura e inversión pública solo se han concentrado en Pachuca, mientras que el resto del estado permanece en el atraso y más de dos millones viviendo en la pobreza. ¿Qué más pueden ofrecer?
Otro de los factores en su contra son las pugnas internas. Si bien su líder nacional Alejandro Moreno, afirmó este fin de semana que la militancia priista será quien defina la candidatura al gobierno del estado de Hidalgo y negó que el Comité Nacional intente imponer a Carolina Viggiano o que el gobernador Omar Fayad tenga «voto de calidad» en la sucesión a favor de Israel Félix, la realidad es que el partido ha dado muestra de una fragmentación severa debido a la división y confrontación de dos grupos. El primer enemigo está adentro y no enfrente.
Casi no podría creerse un Hidalgo sin el PRI, y sin embargo la suma de estos factores hace que la caída sea más probable y por supuesto más dura

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