Hace unos días el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, se puso creativo y realizó algunas declaraciones fuera de lugar. Muy en su estilo, sugirió cambiar el nombre al Golfo de México, retomar el control del canal de Panamá, comprar Groenlandia, que Canadá se convirtiera en el estado 51 de la Unión Americana y otros disparates más.

Lo anterior generó múltiples reacciones. Algunas en tono chusco y otras más serias. Pero el punto es que en la antesala de la ceremonia de investidura (20 de enero del presente año), el mandatario mandó una serie de dados envenenados, para medir la reacción de los interesados.

No hay que perder de vista que vienen cuatro años complejos para México con aquel presidente, que ve en nuestra nación un semillero de narcotraficantes y migrantes, que ponen en riesgo la seguridad de su país.

Esa visión no suma nada en los posibles acuerdos que se tengan con el que representa nuestro principal socio comercial. Hay que ser muy escrupulosos en la forma y en el fondo de esa relación bilateral.

Pero por lo mientras, el primer golpe bajo proviene de Trump, al considerar una buena idea cambiar el nombre del Golfo de México por el Golfo de América. Como si lo anterior fuera el primer paso a una especie de colonización remasterizada.

En ese mismo afán se entienden las otras ocurrencias. Al parecer, quiere dejar claro que la supremacía norteamericana, se mide en función de sus territorios y su predominio comercial en la región.

Esa nueva “doctrina Trump”, seguramente nos dejará más anécdotas; pero lo cierto es que México tiene que ser cada vez más inteligente. No caer en una dinámica de dichos y mensajes incendiarios, sino en acciones concretas y con visión de Estado.

A juzgar a la presidenta de México, existen amplias posibilidades de que esto sea una realidad. Ante la banalidad funciona bien la inteligencia. Pero si contestamos con sarcasmo o ironía, estamos cayendo en una cancha que no nos corresponde.

Es casi seguro que los asesores de Sheinbaum tienen muy clara la estrategia, pero no está demás seguir con esa línea, aunque la provocación invita a una reacción inmediata es mejor la mesura, prudencia, sangre fría.

Ahora bien, la presidenta de México levanta el tono de voz y lo hace con firmeza cuando se trata de defender la soberanía nacional, pero eso no es suficiente para contrarrestar los múltiples ataques que vienen a futuro.

Se tendrá que hacer un balance muy puntual cuando se debe tener serenidad y dejar pasar estos dardos, pero a la vez desarrollar estrategias que vayan minimizando el margen de maniobra de Trump.

Ese será un gran reto de la presente administración federal. Lidiar con un extremista que gusta del juego de pegar y luego sentarse en la mesa para ver que puede sacar de provecho.

Difíciles los tiempos que se avecinan, pero retomando el tono socarrón de Trump, que bueno que en México tenemos como presidenta a Sheinbaum y no a Xóchitl Gálvez, quien seguramente hubiera sido más imprudente con estas provocaciones.

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