Es muy difícil encontrar un político que sea referente no solo en su país sino amen de sus fronteras; y lo es más cuando el calificativo con el que se le recuerda, es la congruencia. Me refiero a Pepe Mujica, aquel que trascendió por perseguir sus ideales sin jamás claudicar.  

El símbolo de la izquierda latinoamericana, pasó a otro plano de nuestra existencia dejando un valioso legado. Porque su historia se puede contar desde la mano que sostuvo un fusil, desde una celda donde estuvo recluido más de 12 años o desde la máxima magistratura de Uruguay.

En ninguna de esas etapas, cambió la escenografía. Ahí estuvieron a su lado su famoso Volkswagen azul, su perrita sin una pata, su austera casa en los suburbios de Montevideo, sus sencillas ropas holgadas.

Quizá Mojica sea uno de los últimos prospectos que logró la metamorfosis más importante del siglo XX. Transitar de los regímenes no democráticos a los democráticos, siendo el protagonista principal.

Su voz fue escuchada con atención en la ONU. Cautivó a varios mandatarios del continente, inspiró a políticos de las nuevas generaciones y dejó un mejor país del que recibió en 2010, cuando ocupó la presidencia.

Queda en la memoria que Mujica fue un enemigo feroz de las formas reverenciales de la política. Aquello de lo cual ahora nos parece normal, el viejo sabio ya lo predicaba en el sur desde hace años. Eso de erradicar los excesos, de vivir con humildad, de no servirse del poder y de dejar huella.     

Cabe hacer mención que la grandeza de Pepe Mujica, recae en que a pesar de gobernar un pequeño país con poco más de tres millones de personas, se convirtió en ejemplo en otras latitudes que ahora extrañarán sus proverbios.

Mujica solía decir que no se vive de nostalgias ni de recuerdos sino de porvenir. Esto es, no ahogarse en el pasado sino ver para adelante haciendo camino cada día. También invitaba a ver hacia abajo y al lado, pero no arriba. Esto en función a las marcadas brechas de desigualdad en los países latinoamericanos.

También su herencia radica en un ataque sin trincheras contra el capitalismo. Quizá el primero que con toda la calidad moral, retoma el hilo de la acumulación para tratar de cuestionar el estatus quo desde una realidad hispana.

Ya lo habían hecho otros liderazgos, pero Mujica le tiñe su propio estilo sin confrontación ni fanatismo. A Mujica era difícil ganarle un debate, porque el lo había vivido todo en carne propio. Las injusticias y las infamias, la cerrazón y la sin razón, la bajeza de las tiranías y la violencia de los tiranos.

Nos deja un gran ejemplo el Mujica guerrillero, legislador, presidente, líder social, revolucionario, idealista. Pero su grandeza se mide desde su morada donde los años se estacionaron, desde su sabiduría de hombre público, desde sus pasos cansados que recorrían su huerto todos los días.

Mucha vida y muy bien vivida la del referente actual de las izquierdas. El gran Pepe Mujica, que nació para darle un nuevo contenido a la vida pública.

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