A unos días de llevarse a cabo el primer ejercicio comicial para elegir a las personas juzgadoras en México, se percibe una constante: el desánimo. Parece agotado el interés de quienes habían realizado campañas estridentes y de los candidatos que salieron a las calles a probar eso que le llaman, “baño de pueblo”.

Tal parece que los participantes entendieron por anticipado, que en las calles será muy difícil ganar una elección con estas características. Quizá por ello, ahora realizan otro tipo de eventos, reuniones y/o negociaciones.

Una campaña no es sencilla. No cualquiera entiende ese lenguaje de la persuasión, de hacer atractivo un proyecto jurídico a grandes sectores de la población, de explicar en minutos el nivel de responsabilidad que tienen los integrantes del Poder Judicial.

Por tanto, esta elección que se celebrará el 01 de junio deja –desde ahora–, varias enseñanzas. Entre ellas, que este evento debió de sumar más esfuerzos. Porque al parecer este ejercicio se quedó en sectores minoritarios; incluso diría de quienes integraban previamente el Poder Judicial.

No permeó en la base de la sociedad la posibilidad de elegir a jueces, magistrados y ministros. No hay la suficiente información sobre el método. Es decir, las boletas de colores, los números designados a los candidatos, el tiempo que tomará realizar cada sufragio. En fin, las cuestiones más técnicas han quedado en el aire y solo se apuesta por la vocación cívica, que puedan tener aquellos que acudan a votar.

A pesar de todo lo anterior, el ejercicio valdrá la pena. Es mejor tener estos hierros, que dejar al Poder Judicial al margen del postulado constitucional que mandata el poder del pueblo para elegir su forma de gobierno.

Esto es, se vota por elegir al titular del ejecutivo, a través del sufragio se integra el legislativo con una fórmula de mayoría y otra de representación popular; y ahora haremos lo propio con los integrantes del Poder Judicial.

En concordancia con lo anterior, valdría la pena esperar que esta última elección tome su propia inercia. Es decir, al paso del tiempo y al ser una práctica recurrente la elección de jueces, magistrados y ministros, podamos darle el valor que merece a este ejercicio.

Por mientras, vale la pena hacer un último esfuerzo en convocar a los amigos, la familia, los compañeros de trabajo, para que se involucren en esta elección. Es mucho mejor tener la posibilidad de elegir que de asumir las decisiones del poder, cuando se imponen a las personas juzgadoras desde un escritorio.

Con todas sus vicisitudes, hay que aprovechar la ocasión para ejercer este derecho y tener claridad en que poco a poco se fortalecerá el sistema político, para tener facultades completas de elección en todos los rubros de decisión.

Esta premisa básica de la democracia, no había permeado en la estructura más conservadora del Estado (Poder Judicial) y ahora se tiene la posibilidad de romper con esa inercia. Las coyunturas disruptivas no son sencillas, pero vamos en el camino de construir más ciudadanía.

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