En el ámbito local hay dos casos que llaman la atención; se trata de las cúpulas sindicales de los trabajares del municipio de Pachuca y del gobierno del estado de Hidalgo. En ambos, sus dirigencias han sido cuestionadas por las autoridades y sus agremiados.

El líder del sindicato municipal (SUTSMP), Percy Espinosa Bustamante, es señalado por tocamientos íntimos contra una exsubordinada, así como por agresiones verbales de índole sexual, además de presuntas irregularidades por 77 millones de pesos.

Aunque inicialmente fue ingresado al Centro de Reinserción Social (Cereso) de Pachuca, Espinosa Bustamante abandonó la cárcel al otro día, al obtener la medida de resguardo domiciliario. Lo anterior debido a que su defensa argumentó que el sindicalista, de 74 años, sufre diversos padecimientos relacionados con su edad.

En este momento los agremiados capitalinos se encuentran sin su representante que durante 18 años ostentó la secretaría general. Y se antoja difícil que pudiera regresar a sus anteriores responsabilidades por la gravedad de los delitos que se le imputan. 

En el caso del gremio estatal, su dirigente acaba de presentar la renuncia luego de un complejo camino, donde no tuvo oportunidad de refrendarse en la secretaría general por las constantes denuncias que se hicieron en los tribunales laborales, sobre la legitimidad de su proceso de elección.

Después de un largo camino de remar contra corriente, Manlio Herrera Chagoya, decidió separarse del cargo y al igual que el anterior, dejar acéfala la dirigencia estatal de trabajadores del gobierno del estado.

Guardadas todas las proporciones y atendiendo todos sus matices, estos dos ejemplos se relacionan por el desgaste de esa representación gremial. Tal parece aquellos mecanismos muy consolidades en los 50 y 60, han perdido su fuerza y razón principal.

En toda América Latina y en muchos países de occidente, los sindicatos fueron la antesala de grandes movimientos sociales que enarbolaron las causas más justas. Los derechos de los trabajadores a un salario digno, a días de descanso obligatorio, a la seguridad social, entre otros.

Esas motivaciones siguen teniendo vigencia, aunque la estructura sindical parece que caminó a destiempo de aquellas causas. Ahora es frecuente encontrar vicios muy marcados en esas representaciones, dirigencias que se han perpetuado en el poder, excesos, trampas, desvío de recursos, favoritismo y compadrazgo, por mencionar algunas.

Son indispensables las agrupaciones sindicales en una democracia. Su salud interna debería ser ejemplo de otras instituciones como los partidos políticos. De hecho, los partidos se alimentaron de aquellos sectores para poder subsistir.

Pero ahora, por desgracia, parece que fueron arrastrados por ese mal que carcome las instituciones de representación, la falta de procesos democráticos para elegir a sus dirigentes, la inercia de mantener el poder a toda costa, la comodidad de incluir a la familia y los amigos en aquellos espacios.

Los valores democráticos inician desde los espacios primarios. Incluso podría decirse que, desde casa, pero se deben de consolidar en aquellos lugares que están pensados para representar causas sociales. Ojalá que muy pronto la calidad y representatividad de los sindicatos sea otra.  

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