Uno de los recovecos más intrigantes de la política mexicana es la sucesión del poder. Durante toda la etapa institucional de nuestra incipiente democracia, la forma y el fondo de aquel proceso resulta fascinante.

Durante todo el régimen priísta, la delegación del poder se hizo a través de un mecanismo reconocido y respetado por todos (o casi todos). Se trataba de ser leal al partido y disciplinado con las decesiones del presidente. Solo así se forjaba una carrera segura en la política.

Con esta sencilla fórmula se evitaron (en su mayoría) las rupturas y las voces disidentes de los que no salían favorecidos. La cultura política se ha encargado de poner muchos elementos decorativos a esa etapa. De ahí provienen los “tapados”; o bien, la reflexión de quien se mueve no sale en la foto. Esta última, una alegoría del lenguaje que “saca de cuadro” a los adelantados.

Este enunciado sirve de ejemplo para lo que está ocurriendo actualmente en el estado de Hidalgo. Donde dos senadores parecen más ocupados en los tiempos por venir, que en su responsabilidad presente.

Lo anterior, recuerda a una canción de Silvio Rodríguez, donde tres hermanos deciden romper paradigmas y probar suerte amen de sus conocidas fronteras. El primero decide salir con los ojos puestos en el piso para no tropezar. Sin embargo, dice la fábula, después de un tiempo ya no pudo enderezar el cuello porque se hizo preso de la precaución.

Ese camino es el menos común de los políticos mexicanos. Muy pocos van despacio con los pies bien puestos sobre el piso. Por el contrario, deciden ampliar horizontes muy temprano (adelantarse a los tiempos). Para que cuando llegue el momento de tomar decisiones, se encuentren muy bien posicionados en la gracia y la memoria de la gente.

Pero, es probable que el plan de adelantarse no siempre salga bien. Es decir, el primero en salir de la meta no siempre gana la carrera. Las coyunturas políticas son complicadas y cada vez es más difícil mantenerse en una trayectoria ascendente exento de descalabros.

Regresando a la canción ¿qué ocurre con el segundo hermano? Él no cometió los errores de su antecesor. Dejó de ver para abajo y solo apuntó su mirada para arriba. No obstante, fue el que más tiempo pasó en el piso por sus constantes caídas. No fue capaz de ver lo que estaba pasando en el momento. Esto es, en política hay quienes se distraen tanto con los tiempos por venir, que descuidan el día a día. El trabajo cotidiano que finalmente es el capital que ayudará a los proyectos futuros.

¿Qué ocurre con el tercer hermano? La canción dice que se trata de la persona que llegó más lejos. El que exploró caminos nunca antes conocidos, pero no le sirvió de nada. Porque su trayecto lo hizo con un ojo en el piso y otro en el porvenir. Lo que provocó que al final se desorientara sin alcanzar a ver todo lo nuevo.

Hay que tener cuidado con los tiempos. Es mejor ir despacio o se corre el riesgo de nunca conocer los nuevos senderos. Hay que decirles a los muy ansiosos aspirantes, que hay una administración actual que se tiene que fortalecer, abonar al proyecto para hacerlo más competitivo y después analizar el perfil que permitirá la continuidad. No vaya hacer que como remata la canción: ojo puesto en todo ya no sabe lo que ve.    

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