Ante diversos rituales, críticas y un sin números de expectativas, se ha instalado la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación, misma que promete austeridad, justicia y cercanía con el pueblo.

Las promesas distan mucho de ser fáciles y ser compatibles entre sí mismas.

En primer punto, la justicia sin presupuesto es complicada por no decir imposible. No digo que la austeridad implique la falta de presupuesto, pero si aquello que se propone como austeridad, sea una disminución en la cuenta corriente del gasto y la inversión que se hace día con día en los juzgados, no solo es imposible sino impensable.

Imaginar tribunales de por si faltos de personal y de insumos, aun con mayores recortes o incluso salarios bajos con exceso de horas laborales, aún más reducidos o una falta de inversión para ampliar el número de juzgados y sedes de justicia en un sistema ya colapsado por la excesiva carga de trabajo, genera una incompatibilidad entre dos promesas.

Sin embargo, aquella que más pudiera ser distante y criticada es la justicia y la cercanía al pueblo, hemos hablado en diversas ocasiones de acercar la justicia al pueblo y hacer sentencias más compatibles con la realidad.

No obstante, ello no implica que la justicia y la voluntad popular, puedan ser la misma, porque la justicia protege al más débil y comúnmente el más débil no es el más protegido por la sociedad; si lo fuera no necesitaría la protección de la justicia.

En tal sentido, la justicia protegerá no al más popular sino al que más necesita muchas veces en contra de la voluntad, incluso de la inmensa mayoría. El valor de un juez se debe de medir en las agallas para enfrentar y sobreponer a la justicia, ante cualquier cosa incluso la mayoría.

Espero que la nueva era de la Suprema Corte, sea de valientes y justos.

jfernandoge1@gmail.com

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