El resultado de las elecciones judiciales, parece indicar que tendremos a un presidente mixteco en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que ha generado una serie de críticas.
Ha manifestado este nuevo presidente, su deseo de no utilizar la toga como parte de la indumentaria representativa de las y los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Sin entrar en una discusión legal respecto de si existe o no un mandamiento para ello, porque si bien existe dicho precepto, lo cierto es que puede ser modificado, ya que no es ni constitucional ni reglamentaria de nuestra máxima norma.
En tal sentido, la cuestión fundamental es si esta discusión es realmente trascendente. Lo cierto es que el uso de la toga entre ministros, fue una propuesta realizada hace muchos años por el Colegio de Abogados, para establecer una distinción entre los máximos juzgadores de nuestra nación.
La idea sustancial del uso de la toga, diría el maestro Calamandrei, era diferenciar entre la persona y el juzgador, puesto que la persona puede tener prejuicios y ser parcial, pero un juzgador debe de ser imparcial y sin importar sus pensamientos, opiniones, sentimientos o incluso sugestiones, debe resolver de la manera más objetiva. Y el uso de la toga, es un eterno recordatorio, que la persona que resuelve no es la misma que se sienta en la silla.
Del mismo modo, quienes estamos frente a una persona juzgadora, nos recuerda que tiene una calidad diversa a la nuestra, porque en el momento que tiene la toga se convierte en un ente diverso, en un juzgador.
Sin embargo, si una vestimenta hiciera jueces y sentencias correctas, nuestro país sería distinto. Un juzgador se destaca por sus resoluciones y solo en ellas encontramos y probamos su parcialidad y su valía. Su toga la lleva con la firme convicción del ideal de justicia.
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