Los parisinos gustan siempre de una buena taza de café o té y para esto, se inclinan en tomarla durante una pausa a cualquier hora del día en lugares lindos, cálidos y tranquilos.
Uno de los salones de té más bonitos en Paris es el Café-Jacquemart-André, ubicado dentro del museo con el mismo nombre.
El museo era un antiguo hotel del siglo XIX de los dueños Edouard André y Nélie Jacquemart, quienes tras diversos viajes por Italia durante su matrimonio, fueron adquiriendo diversos ejemplares de arte de la época muy exclusivos, logrando así una colección privada de obras de arte flamenca y renacentista, además de muebles representativos.
Tras la muerte de los propietarios y con el deseo de compartir sus colecciones con un público más amplio, se apertura el museo. El Instituto de Francia, organismo encargado de la protección del patrimonio de casas y colecciones desde el siglo XIX, fue el comisionado para ejecutar esta misión respetando las condiciones del testamento de Nélie Jacquemart, quien estipuló la ubicación precisa de cada una de sus obras.
Mi vínculo con este recinto se dió a finales de 2020. Con la pandemia y las diversas medidas sanitarias tomadas en el territorio francés, el sector turístico estaba inestable y existía la posibilidad de perder mi trabajo.
Afortunadamente, la ley de trabajo apoyaba a las empresas afectadas y con ellas a los empleados. De igual forma, también durante el confinamiento opté por postularme en diversas vacantes, para poder obtener ingresos complementarios, pero la tarea no fue fácil.
Tras meses de intento, fue mediante una plataforma de hotelería y restauración dónde ofrecen constantes capacitaciones y el contacto con empresas francesas, que me invitaron a formar parte del equipo de trabajo en el Cafe-Jacquemart-André.
El primer filtro fue vía telefónica. Mi perfil y experiencia en la restauración y servicio al cliente les interesaba. Sin embargo faltaba la última prueba, el dominio del idioma francés. Me invitaron a una entrevista en las instalaciones del museo y como todo en Paris, me maraville.
El lugar es muy cerca de los Campos Elíseos y para llegar al museo, hay que pasar un pasillo que va desde la avenida hasta el jardín principal y enseguida esta la residencia.
Tiene una infraestructura moderna y detalles representativos. Por ejemplo los leones tallados en piedra de la entrada principal. Más adelante se divide en salones, de los cuales los primeros son la recepción para ingresar al museo y el antiguo comedor del hotel, que es ahora el café.
Cuando entré me sentí transportada a la época, es uno de los salones más bonitos. Las sillas son color dorado forradas de terciopelo rojo, que combinaban perfectamente con todo el inmobiliario del salón, con sus tapices del siglo XVIII y los cuadros de Aquiles y Tiepolo.
Además, tiene una privilegiada terraza con vista al jardín. Y por si fuera poco, en la primera ventana se encuentra la vitrina llena de los postres parisinos, listos para acompañar la hora del té. La entrevista fue muy rápida y al siguiente fin de semana, comencé a trabajar.
Fue un trabajo que disfruté mucho, mi primer trabajo en una empresa totalmente francesa. Mis compañeros fueron muy solidarios y me capacitaron y apoyaron en todo.
Esto me ayudó a comprender más de la cultura, de las personas y de los tiempos en la mesa a la hora de comer. Así que si estas de visita por Paris, recuerda ir a este lugar.
Y cuando las hostess te acompañe a la mesa pide el paquete de té. Podrás degustar cualquier postre por un mismo precio. ¡De mis favoritos también!