Hace unos días vio la luz el libro “Los anunciadores del fuego, intelectuales, poder y medios desde los ojos del espionaje”, del autor Áxel Chávez. Ahí el autor realiza una recopilación de los materiales que el gobierno elaboró para tener seguimiento de algunos hidalguenses críticos del sistema.

Destacan entre los observados, los periodistas Miguel Ángel Granados Chapa y Alfredo Rivera Flores; escritores como Ricardo Garibay, Margarita Michelena y Rodolfo Benavides; el académico Arturo Herrera Cabañas y el artista Byron Gálvez.

Todo ellos, desde su trinchera, tuvieron un común denominador: levantaron la voz y demostraron su extrañamiento por las formas y el fondo del régimen político que era incapaz de convivir con la disidencia.     

Hay quienes plasmaron aquella inconformidad desde el papel, desde su expresión artística, o desde su trabajo cotidiano en las aulas o en las dependencias públicas, tratando de dejar algo más que la simple indiferencia.

El trabajo de Chávez es traer a la memoria que en esos tiempos obscuros el aparato del estado, no dejaba cabos sueltos. El marcaje personal de aquellos que no se alineaban, terminaba en el escritorio de un funcionario que podía dejar pasar o mandar un escarmiento según su estado de ánimo.

Como todos los personajes sofisticados algunos de los citados vivieron en la contradicción. Por momentos coquetearon con los tomadores de decisiones y otras fueron acérrimos adversarios del status quo. Pero así es la vida pública, en constante reinvención para adaptarse a los virajes políticos.

El libro nos deja varias anécdotas que vale la pena citar. Por ejemplo, el cómo un periodista vaciló para iniciar una aventura electoral en Hidalgo. Ahí conocemos a un Granados Chapa, que parece titubear ante una candidatura en coalición que podría ser la antesala de la alternancia en una entidad dominada por el partido oficial.

El escenario parecía propicio pero la realidad se impuso con su crudeza. Al final, las cosas no se acomodaron como se habían previsto. Aquella derrota del novel político, fue desalentadora. Un duro golpe para el periodista que se enfrentó a una maquinaria electoral despiadada dirigida por Jesús Murillo Karam y por un endeble Felipe Calderón, quien al ser presidente del PAN nacional, decidió no acompañar la candidatura de Granados Chapa como se había acordado. En su lugar, apoyó a Francisco Xavier Berganza, fatuo personaje de la vida artística.

En sus páginas también se puede leer una viveza de quien creció en el popular barrio del Arbolito en Pachuca. Así lo narra Alfredo Rivera que antes de celebrar un encuentro con Gerardo Sosa, acude al lugar acordado y hace un exhaustivo análisis del espacio. Ubica la mejor mesa con la complicidad del capitán de meseros, elige los alimentos con anticipación y paga por adelantado dejando a su contraparte sin margen de maniobra. Estas minucias jugaron a favor de Rivera, quien en su encuentro se sentía dueño de la situación.

Lo cierto, es que dentro del esquema del espionaje existe información poco relevante sobre los personajes incómodos para el gobierno. No hay –al menos eso se percibe- un tratamiento de dicha información, no hay análisis, ni procesamiento. Al final, los agentes escribían casi cualquier cosa lo que retrata de cuerpo entero a los funcionarios de la policía política, con su nulo nivel de formación y capacitación.     

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *