Refrán que sugiere que la calidad de un gobierno, es reflejo de la participación, pasividad, valores y actitudes de la ciudadanía, por lo tanto, la sociedad es corresponsable de sus líderes, ya sea por elegirlo o por no oponerse a él.
Los servidores públicos tienen el poder de administrar los recursos que generamos todos. Este es un privilegio que pueden ejercer a cambio de que las decisiones que se tomen, sean en favor del interés general.
En este sentido, el primer acto de corrupción de un funcionario, es aceptar un cargo para el que no está preparado.
Hoy vemos y crucificamos a alcaldes con poca o nula formación educativa y/o profesional, pero con sueldos “altos” para la región y es justo ahí donde se explica gran parte de su ineficiencia de gestión.
Y es que no solo en el estado de Hidalgo, sino que en todo el país se extiende esta percepción generalizada, de un servicio público devaluado debido a una insatisfacción ciudadana por la evidente carencia de servicios básicos de calidad.
¿Y es que cómo vamos a lograr el desarrollo y progreso, si no estamos preparados para fijar objetivos y plantear metas para lograrlo?
La realidad es que en todos nuestros gobiernos (municipal, estatal y federal) la contratación y promoción de personal se ve influenciada por intereses políticos o amiguismo, en lugar de basarse en el mérito, formación, experiencia, el conocimiento y las habilidades técnicas.
Lo cual deriva en encontrar personal no calificado en puestos clave, lo que a su vez genera otras externalidades negativas como prepotencia en el servicio, dificultad para plantear soluciones a problemáticas y corrupción entre otras.
Entonces, no te molestes con el pozo que está seco porque no te da agua. Mejor pregúntate por qué sigues insistiendo en sacar agua, donde ha quedado claro que no puedes encontrarla.
Y con esto me refiero a que debemos empezar a adquirir esa responsabilidad ciudadana a la hora de elegir a nuestros gobernantes. Para ello, primero debemos tener en cuenta la diferencia entre política y servicio público, si van de la mano pero mientras una es discursiva y de convencimiento del electorado, pero la segunda habla de conocimientos y preparación técnica, por lo tanto no debemos echar en saco roto el primero: analizar perfiles profesionales, formación, experiencia y propuestas de gobierno, antes que los discursos políticos si de verdad queremos contribuir al desarrollo de nuestros pueblos y país.
