En estos días de contingencia en Hidalgo, provocados por el fenómeno conocido como vaguada monzónica que causó graves afectaciones en la infraestructura de la sierra y la huasteca, se generó una discusión que vale la pena analizar.
Algunas personas que comentan a través de redes sociales, hacen referencia al comportamiento de los políticos, al llevar ayuda a las zonas afectadas y al mismo tiempo, levantar testimonio fotográfico de aquellas muestras de solidaridad.
La cuestión es que se pone en duda la genuina motivación de ayudar, antes que recabar las fotografías que contribuyen a crear una imagen personal. Dicho actuar refleja, según algunos comentarios, una falsa imagen de altruista.
El dilema versa en que, a ojos de algunos, los apoyos tendrían que fluir de manera anónima con la firme convicción de que se está ayudando sin esperar reconocimiento o falsos halagos. Hacer el bien sin mirar a quien, diría la filosofía popular.
Pero eso está muy alejado de la realidad. En la cultura de este país está muy acentuado que los apoyos en momentos de emergencia, se politizan y se condicionan según convenga. Por desgracia, esto se ha normalizado desde hace años.
En los sismos, inundaciones y otras afectaciones de índole natural, los gobiernos tienen que redoblar esfuerzos para hacer llegar las ayudas necesarias, pero también lidiar con quienes desean sacar provecho de esas emergencias.
Se han conocido casos de bodegas llenas de despensas que se quedaron ahí echándose a perder, antes que darle esos apoyos a ciertas comunidades, grupos o personajes políticos. Esa actitud solo se puede calificar como miserable.
Pero también, hay que decirlo, existen los que gozan con tomar una foto, realizar un video y utilizar las redes sociales como plataforma de lucimiento personal, antes que generar un compromiso con aquellos que se encuentra en desgracia.
Como todo en la vida, cuesta trabajo encontrar el punto medio. Es difícil ayudar sin tener el impulso de decirle a las personas, quien mandó esos apoyos porque seguramente vendrá alguien a colgarse el mérito.
En México, se han conocido tantas historias retorcidas, que resulta muy difícil tener la confianza de apoyar sin generar una duda razonable. De hecho, cuando las personas donan algo, el razonamiento que acompaña es: ojalá que llegue a quien debe de llegar. El sistema político clientelar que se acentuó con el priísmo, nos volvió muy desconfiados.
Lo cierto es que pocas personas se pueden reinventar a partir de una catástrofe. El político que ha tenido un comportamiento pedante y alejado del pueblo, por mucho que se disfrace de benefactor no lo logra cambiar su esencia.
Al contrario, aquel político que se ha mantenido cercano a la gente, que es moderado y ayuda sin tantos reflectores, es bien recibido y mantiene en alto los estándares del buen ser y del buen hacer. No se necesita simular, solo mantener un equilibrio tan necesario es estos tiempos difíciles para todos.