El Centro Cultural Ricardo Garibay, ubicado en el centro de Tulancingo y que hace 11 años fue remodelado para sustituir al Jardín del Arte, presenta un estado de deterioro.

La infraestructura a cargo del director Omar Roldán luce visiblemente descuidada: sus inmuebles están vandalizados con grafitis, y las fuentes de agua, elementos centrales de su diseño, se encuentran completamente inutilizadas y secas.

El descuido es particularmente en los espacios dedicados a honrar a las figuras clave de la literatura mexicana.

Las letras que formaban los nombres de escritores de talla internacional como Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, Carlos Fuentes y Octavio Paz se han desprendido de las fuentes conmemorativas.

La falta de mantenimiento se extiende incluso a los pilares que dan identidad al recinto. Los nombres completos de Ricardo Garibay y Gabriel Vargas han desaparecido casi en su totalidad de sus respectivos foros, dejando solo los espacios vacíos y desmantelados, como un símbolo del abandono.

El contraste en el mantenimiento del Centro Cultural es notable y revela una priorización cuestionable de los recursos.

Mientras las áreas destinadas al reconocimiento de la literatura y la cultura se desmoronan, los únicos elementos que reciben atención continua y permanecen intactos son las letras gigantes que forman la palabra “Tulancingo”, un recurso utilizado principalmente para la atracción turística y fotografía.

Esta disparidad en el mantenimiento no solo afecta la estética, sino que compromete la funcionalidad del espacio. El evidente deterioro no da una buena imagen al Centro Cultural, un referente clave donde se realizan exposiciones y presentaciones de música.

Cabe recordar que, actualmente, los talleres de artes y oficios que pertenecen al Centro Cultural Ricardo Garibay operan en las instalaciones de la secundaria José María Lezama.

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