En el marco de una reforma electoral conocida como “plan b”, que mandó el presidente de México al Congreso, se suscitaron una serie de cambios en la estructura del INE. Entre ellos, la súbita renuncia del que hasta hace unos días era el secretario ejecutivo de aquella dependencia.

Hay que recordar que todo viene de una reforma constitucional, que pretendía hacer una cirugía mayor en el órgano electoral. Al no logar los votos necesarios en la cámara de diputados, el presidente puso sobre la mesa una serie de modificaciones, que solo requerían la mayoría simple por parte de los diputados.

Esta encomienda logró los votos requeridos, pero a los pocos días un ministro de la corte dejó sin efecto dichos cambios, por un vericueto legal. En ese contexto, Edmundo Jacobo tuvo que dejar el cargo, para después regresar amparado por un juicio que dejó sin efecto su destitución.

Sin embargo, una vez reinstalado el funcionario electoral decidió renunciat de motu proprio. Aquello, dejo un tanto desconcertados a los especialistas. Porque al parecer había peleado vigorosamente por permanecer en su encomienda.

De tal suerte que el mencionado, dejará el cargo de secretario ejecutivo el 3 de abril, el mismo día en que Lorenzo Córdova —de quien ha sido mano derecha—, concluirá su periodo como presidente del árbitro electoral.

El ahora ex funcionario explicó “he cumplido un ciclo en la secretaría ejecutiva del instituto para servir al INE y a la democracia mexicana, lo que concibo no como un trabajo, sino como una causa”.

Sin embargo, lo que no dijo Jacobo es que su estancia en el cargo, está estrechamente vinculada con el presidente del consejo general, puesto que se renovará en unos días y que seguramente, no ratificaría su permanencia.

De esta manera, el 18 años bendecido por la élite electoral del país, prefirió salir horondo (ganando un juicio), antes que sustituido por alguien quien será su jefe en el futuro inmediato. En suma, sus motivaciones obedecen al ego y no a su vocación democrática.  

Para recalcar su victimización, Jacobo ha dicho que la visibilidad que ha adquirido en las últimas semanas, es un obstáculo para desempeñar con profesionalismo su mandato. “La notoriedad que sin buscarla he adquirido constituye un impedimento —desde mi punto de vista—, para continuar desempeñando con discreción y eficacia las actividades propias del secretariado ejecutivo. Por ello, estoy convencido de que, conforme a la ética de la responsabilidad, es el momento de retirarme”.

Y siguió, “esta renuncia es de carácter irrevocable, porque no me anima el preservarme en una posición laboral, sino la defensa de la ley y las instituciones. Como secretario ejecutivo esa fue mi convicción, y esa seguirá siendo como ciudadano que, como a millones de mexicanas y mexicanos, le preocupa la democracia de mi país”.

En estas declaraciones omite decir que no tiene caso seguir en un cargo, cuando se pierde la gracias de la cúpula dominante en el INE. También olvidó decir que hace unos días, no le importaba demasiado la visibilidad que tenía en el cargo, y menos la percepción que mantenía desde hace dos décadas en un cargo más decorativo que operativo.

Por tanto, lo que pretende hacer Edmundo Jacobo, es disfrazar su ambición en un manto de pureza que no podrá conseguir en otro lado. Quizá sea el momento de encontrar otras fuentes de ingresos separados de las fuentes inagotables de recursos, que son las elecciones en México.

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