Los hábitos de alimentación en casa son producto de hábitos y costumbres aprendidos en la niñez. Es común escuchar que el niño rechaza las verduras cuando los padres no acostumbraban consumirlas. Además de ello, es una realidad que los cambios en nuestro estilo de vida dificultan un poco hábitos alimentarios saludables, como son la falta de tiempo para la selección y preparación de los alimentos, así como la gran disponibilidad de alimentos altos en calorías a bajo costo. Entonces la forma en la que nos conectamos con el alimento durante nuestra infancia influye directamente en los hijos. Puede ser que los momentos agradables en la infancia tuvieran más que ver con la alimentación que con otras actividades, de manera que se hace lo posible para agradar y demostrar nuestro cariño a todos en la familia con los alimentos que preparamos, y más aún, si no podemos pasar tiempo suficiente con ellos. Caso contrario, se ha crecido en un ambiente en el cual se pasaron restricciones en la alimentación, por lo que se evita que los hijos vivan una circunstancia similar, poniendo a su alcance todo lo que pueda antojárseles sin importar su salud. O bien, si los padres fueron estrictos consigo mismos en relación a su imagen, es probable que hayan tenido esta expectativa también hacia nosotros y ésta sea la razón por la que estamos muy pendientes del peso y la dieta de nuestros hijos, repitiendo el modelo.

Existen algunas sugerencias para la modificación de hábitos, pero para que los objetivos puedan convertirse en hábitos, resulta imprescindible que la razón de estos cambios sea entendida por todos en la familia. Para iniciar, es conveniente realizar un análisis sobre los hábitos de alimentación de la familia para identificar dónde se pueden hacer cambios.

Es momento de preguntarse:  
¿Desayunan todos los días?

¿Tiene un lugar específico y horario para comer?

¿Comen en familia por lo menos una vez al día?

¿Incluyen verduras y frutas en su dieta diaria?
¿Los alimentos son generalmente preparados en casa?
¿Las porciones de alimentos que se consumen son adecuadas según la edad de cada miembro de la familia?
¿Utilizan los alimentos como premio o castigo?

¿Realizan ejercicio diario?

¿Cuánta agua simple consumen al día?

Elija uno de los hábitos anteriores en los que obtuvo una respuesta negativa, para que sea su objetivo de la semana. Es importante que sus propósitos deben ajustarse lo más posible a su vida cotidiana. Los cambios se deben llevar de manera gradual con metas reales.  Si su familia no acostumbra desayunar, puede iniciar ofreciendo una pequeña porción de fruta y leche, posteriormente, agregar más alimentos al desayuno. Cambiar es menos complicado de lo que parece cuando estamos convencidos de que es lo que necesitamos. No se trata de comer a la perfección, ni de restringirse siempre o abandonar la práctica mañana sólo porque hoy nos sentimos incapaces de lograrlo.

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