El que fuera el partido político referente del país, cumplió 94 años de existencia; y como era de esperarse, el paso del tiempo en esta última etapa de su existencia, no ha sido tan generoso. A juzgar por los resultados electorales, el que nació como PMR, se juega su existencia en junio próximo en las elecciones locales.

Resulta complicado decir que ese bagaje de cultura política llegue a su fin. Porque no se puede explicar el México moderno, sin la capacidad camaleónica del entendido político que logró el Revolucionario Institucional en la etapa de la post revolución.

Gestado desde la provincia a través de una suma de liderazgos locales, el PRI siempre mantuvo una situación ventajosa con sus competidores. Ese partido nació en el poder y su maquinaria ideológica y dogmática (como heredero de la revolución), le permitió gozar de buena salud por décadas.

Sin embargo, no se pudo adaptar a los nuevos tiempos y en los inicios del 2000, su decadencia era marcada. Le costó trabajo erradicar los males de la corrupción, aunque durante mucho tiempo se pudo mantener gracias a su gran disciplina y lealtad.

No obstante, lo podrido de su élite política fue lo que propició una ruta sin retorno. Ello ocurrió en 1988, cuando desde sus entrañas (con la salida de Cuauhtémoc Cárdenas de sus filas), experimentó un duro golpe.

De ahí vino una etapa híbrida de competencia electoral de la cual pudo salir bien librado, pero manteniendo un cuestionable proceder en el aseo de los resultados electorales. Era bien sabido que el PRI no podía ganar por las “buenas”.

Sus triunfos en las urnas cada vez cuestionados, fueron abriendo los espacios para un escenario más polarizado y competido hasta llegar al punto de que el país se pintó de muchos colores. Las derrotas comiciales se volvieron más frecuentes, hasta normalizar los triunfos de la izquierda en lugares estratégicos. Por ejemplo, la CDMX.

Hoy, su continuidad pende de un hilo. Son las elecciones locales las que pueden darle su última oportunidad o su estocada final. Este año, en una de sus trincheras más sólidas (Estado de México), se juega el todo por el todo.

Ahí, los grupos más fuertes del tricolor apuestan todo su capital político para lograr la permanencia del llamado grupo Atlacomulco. Una célula de priístas de cepa que creció en el poder y que no permitirán que se les retire ese privilegio.

Por otro lado, en otro cónclave del PRI, Coahuila; las cosas también se tornan complicadas. Porque el otro grupúsculo del priísmo local, está jugando su último boleto. Allá, los Moreira tienen un grave conflicto familiar, siendo que hace poco Humberto dejó al hermano Rubén, en la gubernatura sin mayores contratiempos.

Las condiciones son muy distintas en el 2023. Porque aquel partido que está acercándose al siglo de existencia, se muestra reumático y cansado. Se les terminó el ímpetu de juventud y ahora solo vive de recuerdos.

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