El pasado 16 de septiembre, el Partido Acción Nacional cumplió 83 años de su fundación. Esto lo convierte en el partido más longevo de México. Lo anterior, se explica porque el PRI cambió su denominación en dos ocasiones, perdiendo con ello su sello original que le dio origen en 1929.

Siguiendo con esta lógica, el partido azul ha mantenido su identidad en todo momento, lo que le lleva a tener el título de antigüedad ya referido.

No obstante, los últimos años han sido confusos para esta agrupación que nació para ser un contrapeso ante un partido-gobierno autoritario y antidemocrático, consciente de que, para lograr transformar la política del país, se debía contar con una ciudadanía preparada, formada en y para la democracia.

Ese discurso parece que se diluyó. Porque en un acto contranatural, ahora los herederos de Manuel Gómez Morín han encontrado un camino alterno a su propia ideología. Ahora son aliados electorales de aquellos que criticaron por años y que les dio su razón de ser.

Hay que recordar que el PAN tardó 48 años en gobernar el país. De hecho, desde antes que eso ocurriera, se hablaba de que Acción Nacional representaba una “oposición de papel”; esto es, sabían perfectamente que iban a perder en las contiendas electorales y de cualquier manera, participaban.

Dicho de otra manera, legitimaban con su participación a un sistema claramente autoritario. Aun así, decidieron siempre asistir a las citas electorales en un papel simbólico más que competitivo. Ese empeño trajo sus recompensas en el año 2000, que ganó la presidencia del país.

Ese proyecto político pronto perdió la brújula. Fueron muchos los factores que se conjugaron en sentido contrario al anhelo de cambio y transformación, que se pregonó durante años. De tal suerte que en doce años se esfumó el esfuerzo de miles de voluntades que vieron con asombro el regreso del PRI al poder.

Ahora, nuevamente en su rol de oposición, el PAN parece más perdido que nunca. Muestra de ello es que en la elección presidencial de 2018, con la candidatura de Ricardo Anaya Cortés, el blanquiazul le aportó a su joven político 9,996,514 de votos. Lo anterior, contra 30 millones 113 mil 483 votos obtenidos por Andrés Manuel López Obrador, de la coalición Morena-PT-PES

En tanto, en las elecciones intermedias 2021 de diputaciones federales, el PAN bajó a 8,969,288 votos. En esos comicios, la votación de Morena también decreció a 16,759,917, pero con la suma de los votos de sus aliados, rebasó la suma de esos tres partidos de oposición.

Estos datos se explican porque una elección presidencial es más apasionada que una elección intermedia, máxime si aquella va acompañada de elecciones locales como fue el caso de 2018 y como lo será en 2024 en alrededor de 30 entidades federativas donde elegirán distintos cargos de elección popular.

En fin, pues con ese promedio nacional de entre 9 y 8 millones de votos el PAN no podrá ganar por sí mismo la próxima elección presidencial, ni la mayoría de las cámaras del Congreso de la Unión. La misma suerte correrá en los comicios locales, sobre todo en entidades del Sur-sureste del país, donde la presencia panista ha ido de más a menos.

Y como los números no le dan, tal vez por esta razón Acción Nacional insistió en la alianza “Va por México” con el PRD y sobre todo con el PRI. Pero esa historia también podría haber llegado a su fin, con la reciente reforma promovida por el PRI en el congreso donde se le adjudica a las fuerzas armadas facultades administrativas sobre la guardia nacional.

En síntesis, el PAN atraviesa por una verdadera crisis existencial. A sus 83 años requiere un proceso de reinvención. Ojalá, que honrando la memoria de sus precursores, pueda encontrar el rumbo porque urge en este país una oposición seria como lo fue Acción Nacional en otros tiempos. 

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