La historia política de Hidalgo ha tenido un común denominador que ha impedido el desarrollo de estructuras partidistas sólidas y con vocación de efectiva representación.
Este elemento es el culto a la personalidad que ha acompañado la competencia política, definiendo el tipo de relación que tienen las y los gobernantes con sus electores.
En efecto, el común de los discursos de los tres candidatos y la candidata de este domingo, es coincidente en que los cuatro parecen saber y tener la solución a los problemas sociales, económicos y políticos, mientras que los partidos políticos que representan se han hecho a un lado porque su imagen esta más desprestigiada que nunca.
Sin embargo, el problema del culto a la personalidad es que la mayoría de esas promesas tienen pocas posibilidades reales de ejecución, sin puentes políticos y sin una autentica construcción colectiva.
Sin embargo, como dice Lura Casielles, las campañas electorales se nutren de esas promesas vacías, juegan en lo mediático, en lo acelerado, en lo competitivo. Son jerárquicas y verticales, con mucho mucho protagonismo político en medio de un campo de batalla que poco tiene que ver con lo que a la ciudadanía más nos urge y nos interesa
Por eso, aunque ya llevemos tres procesos electorales en menos de dos años, no tiene mucho sentido pedirles otra cosa, y tampoco fastidiarse con los mítines o la propaganda ni apasionarse demasiado hasta llegar a la violencia, la calumnia o la difamación.
Las campañas son simplemente un momento concreto de la vida pública, que dura 60 días y que nos debe ayudar a reforzar lazos, a debatir sin odios ni resentimientos. Porque se gane o se pierda, hay un tiempo que habrá que habitar el lunes 6 de junio, un punto de llegada, un punto de comienzo que no le pertenece a una sola persona.
No hay trucos ni magia que alance para construirnos oportunidades, por eso no podemos simplemente dejarnos engañar: escuchar y analizar siempre será mejor, pero sobre todo votar, de eso se trata una campaña
