Una amplia polémica genera el hecho de que Morena utilice una encuesta para designar a su candidato al gobierno del estado de Hidalgo. Según sus estatutos, ese instrumento será el que permita conocer al mejor posicionado en el territorio estatal y una vez que esto ocurra, el partido tomará la decisión respectiva.

El mecanismo parece sencillo –incluso democrático porque en teoría la decisión no descansa en la cúpula partidista, sino en los encuestados–, pero hay algo que no deja tranquilos a los simpatizantes del partido guinda.

Y es que caben varias posibilidades. Una de ellas es que la encuesta arroje resultados sobre el más popular, pero omita la identificación del perfil idóneo para conducir el estado, quizá los resultados (por el tamaño de la muestra) no reflejen con precisión el sentir de los militantes y simpatizantes, o también puede ocurrir que el elegido no tenga una clara identificación con el proyecto del partido del presidente y su popularidad sea efímera.

Lo que sí es un hecho es que existen elementos fundados para pensar que el ganador de aquella medición, será el próximo gobernador de la entidad. Porque el partido Morena tiene una amplia ventaja respecto a sus contrincantes, independientemente de quien enarbole dicho proyecto político.

Ahora bien, a la par de los resultados debería de existir un análisis minucioso de la trayectoria de cada aspirante, de su aportación a la llamada cuarta transformación, de su compromiso por el cambio de régimen tan pregonado por los partidarios del movimiento de regeneración nacional.

Porque las decisiones pragmáticas no siempre son acertadas. Solo hay que ver el caso de Lili Téllez y Germán Martínez, quienes fueron senadores postulados por Morena y que muy pronto se deslindaron de aquel proyecto político al que en realidad nunca pertenecieron.

Por eso es fundamental tomar en cuenta varios elementos de análisis. La encuesta es pertinente, pero vale la pena reforzar con otros criterios que conduzcan a mantener y reproducir el proyecto de transformación en el estado de Hidalgo.

Lo anterior permitiría que muchos de los que ahora levantan la mano se autodescarten. Porque es un chiste de mal gusto que haya aspirantes que llevan dos meses en su actual encargo y ya están pensando en proyectos políticos a futuro.

Ese afán de mantenerse en una contienda interna de manera simulada solo para ver que rédito político se puede sacar, es reprobable. Hay que erradicar ese comportamiento malintencionado que solo puede ser explicado por la ambición.

Esto no es exclusivo de un solo partido. En otras trincheras también se enfrenten a la misma condición. Personas que buscan con ahínco las postulaciones para que al final terminen cediendo el espacio a través de una negociación. A eso se juega y muchos han llegado lejos ocupando esta estrategia.

No obstante, las elecciones deben traducirse como oportunidades de cambio, momentos de ruptura espacios para reinventarse, lo anterior bajo parámetros institucionales. Por tanto, hay que cuidar mucho los procesos internos de selección de candidatos en los partidos. Paro no llegar al triste escenario de votar por el menos peor.         

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