Más allá de la cosmovisión respecto a la muerte, el afecto y el deseo para que el familiar tenga el descanso eterno, se ve reflejado en la edificación de las tumbas, que pueden ser desde las más modestas hasta las más excéntricas, de acuerdo con las posibilidades económicas de los dolientes o del deseo que alguna vez expresó el ahora occiso.
En Tulancingo, una ciudad intercultural, con influencia neoclásica, este fenómeno se puede apreciar en mausoleos, que contemplan diversas dimensiones y formas, incluso peculiares adornos o artículos, los cuales forman parte del recuerdo.
Ruta acudió al panteón urbano San Miguel, donde existen edificaciones que rompen con estilos tradicionales, pero que comienzan a ponerse de moda y dan cuenta, que la última morada rodeada de cierto glamur, ya no es exclusiva de celebridades.
Sergio Amador Hernández, director de Panteones, comentó que suman aproximadamente 15 capillas representativas, que corresponden a familias con arraigo en Tulancingo, como los Marroquín, Del Villar, Cheín, Velazco Iza, De la Peña y De la Concha, entre otras.
El entrevistado, dijo que algunos de estos lugares son visitados frecuentemente, pero otros permanecen prácticamente en el olvido.
“Las capillas, las tumbas y la gavetas, van por áreas, aunque todavía no hay mausoleos; los tiempos han cambiado, la gente le invierten para que estos recintos tengan una mejor presentación”.
Agregó que hay personas que después de mucho tiempo, vienen a visitar a sus difuntos, pero ya no los encuentran debido a que, de acuerdo con la ley, si los familiares no refrendan su espacio, a los siete años los restos se exhuman, son colocados en una bolsa y quedan resguardados en los osarios.
Actualmente –citó Amador Hernández -, se realizan labores de mantenimiento y limpieza, en el cementerio donde convergen dos mil 493 fosas y seis mil 864 criptas

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