A escasos meses de que inicie formalmente el proceso electoral para renovar al titular del ejecutivo local en Hidalgo, las aguas están muy agitadas. Florecen aspirantes todos los días en los partidos, e incluso, hay quien maldice su propia cuna pregonando su hartazgo por los institutos que los vieron nacer. Lo anterior, como estrategia para cambiar de color o volverse “independientes”.

El punto es que todos parecen atropellarse para ganar la gracia de los tomadores de decisión y de las bases de sus respectivos partidos. Ellos, en su abono, realizan eventos, celebran reuniones públicas o privadas, tienen presencia en redes sociales, etc.

Todos ellos pretenden estar en el juego del poder pero la gran mayoría sabe que sus oportunidades son nulas. De los posibles aspirantes (quizá una docena) solo dos o tres aparecerán en la boleta de la próxima elección.

De tal manera que su estrategia consiste en dos momentos. Este inicial es de posicionamiento, medir sus alcances y negociar después algún espacio en la administración. Al cabo de este proceso, nuevamente levantarán la mano y tratarán de presionar para obtener otro beneficio y así sucesivamente.

La política exige un desgaste y están dispuestos a jugar bajo ese entendido. El que tenga más aire llegará más lejos. Esta naturaleza dejará a varios en el camino, pero los de mayor resistencia estarán siempre ahí aspirando, moviéndose, tratando de ganar la gracia.

Por eso, hoy vemos a muchos políticos en los medios publicando todo lo que hace. Y cada uno de sus actos tiene múltiples lecturas. Ahora se hace interpretación de qué amigos saluda, a quién apoya, con quiénes se sientan a comer, a quienes visita, en fin. Este rasgo tradicional de la política es válido porque aquí la forma es fondo. De tal manera que en estos días se incentivó con frenesí una cascada de interpretaciones motivadas por el morbo.

¿A dónde nos conduce todo esto? A ningún sitio. Solo sirve para alimentar más la incertidumbre sobre quiénes podrían ser los elegidos. Esta relativamente nueva forma de conducirse nunca deja satisfechos a los militantes o simpatizantes.

Con frecuencia la pregunta básica radica en tener la certeza de quién será el candidato. Porque una vez que exista la definición se podrán hacer negociaciones, acuerdos, amarres, entre otros. Mientras eso no ocurra el pantano de la incertidumbre gana terreno.

¿Está mal que exista un amplio universo de aspirantes para gobernar el estado de Hidalgo? ¿Todos tienen los méritos para hacerse de la primera magistratura local? ¿Qué perfil es el más conveniente para gobernar? estas preguntas tendrán que ser consideradas por las cúpulas partidistas y después por el electorado.

Pero mientras eso ocurre, la efervescencia crece con escenarios que desafían la imaginación. Hay quienes ven a ciertos aspirantes haciendo enroques de partido, cambios de piel (quitándose el chaleco verde para envestirse de ciudadanos, por ejemplo).

Mientras hay definición, lo que debemos de tener claro es que urge fortalecer el proceso interno de designación de candidatos en los partidos políticos. Esa encomienda es básica porque los aspirantes destinan buena parte de su tiempo al trabajo electoral que al propio de su encargo. Generando con lo anterior, descuido y desaire a las obligaciones que su encargo les exige.

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