En los diferentes cruceros de Tulancingo, específicamente en los Huapalcalco y Acatlán, si bien hay personas que venden diversos productos y malabaristas, en últimas fechas se pueden apreciar los “traga-fuegos”, quienes, por lo general, son jóvenes no mayores de 25 años de edad, los que desempeñan esta arriesgada actividad, que refleja el sub-empleo, el desempleo y hasta una cara opuesta al desarrollo urbano en la sociedad, que nos remonta a décadas anteriores en la Ciudad de México.
Actualmente, lejos de representar un espectáculo se vislumbra como un problema de salud y hasta de riesgo para automovilistas, ya que el fuego puede causar algún accidente.
Jorge Rivera, director de Reglamentos, dijo que existen por lo menos cinco personas que se dedican a esta actividad, con las cuales ha platicado.
“No les impedimos que trabajen en los cruceros, sino que cambien de actividad por ellos mismos, ya que también exponen su salud y exponen a los que están a su alrededor”.
Sin embargo -agregó el entrevistado-, cuando pareciera que acceden a la petición de las autoridades, regresan horas más tarde y prácticamente se vuelve un círculo vicioso.
Los tragafuegos, literalmente tienen que echarse una bocanada de gasolina o diésel y en ocasiones una porción se les pasa al estómago.
Al soplar, se les queman los vellos de las fosas nasales y también pueden sufrir lesiones en el paladar o la lengua al inhalar el fuego.
Los combustibles que utilizan son tóxicos, además de que están expuestos a quemaduras que pueden llegar a ser hasta de tercer grado.
“Si te doy mi nombre y me tomas una foto, me van a venir a quitar y tenemos que trabajar, agarra la onda…” Dijo uno de ellos, quien en forma muy somera dio a conocer que se gana entre 400 y 500 pesos por día, en esta actividad.
Sin embargo, evadió más preguntas porque dijo que debe estar bien concentrado, pues una distracción puede generar un accidente, incluso aventar el fuego hacia un vehículo
