Hace unos años las campañas de posicionamiento político se realizaban con métodos tradicionales. Por lo general, se hacían actos masivos para que las personas conocieran a los candidatos, se publicaba en la prensa y se compraba tiempo en radio y televisión.

Ahora las cosas son distintas y en contexto de pandemia, la mejor forma de planear una campaña política, es a través de las redes sociales. Estos instrumentos de la modernidad que forman comunidades digitales.

En el mundo de la web, incluso, han proliferado conceptos que se vuelven socarrones. Por ejemplo, hay quienes se dedican a vender “granjas de perfiles orgánicos”, que no son otra cosa que personas que existen pero no existen. Esto es, cuentas con distintos nombres para tener muchos seguidores e incrementar de manera ficticia la popularidad y la vanidad de las personas públicas. 

Seguramente se estarán preguntando para qué sirve lo anterior. La respuesta parece sencilla, por un lado para impactar en aquellos que se manejan en este mundo desde una peculiar ecuación: te digo cuento vales en función de cuántos seguidores tienes.

Pero también para crear una percepción (muchas veces perversa y manipulada), de que este o aquel personaje es muy “seguido”, es una figura pública, tiene influencia en diversos sectores, es un líder en las redes sociales.

Esta realidad paralela cobra sentido cuando las campañas están en puerta. De tal suerte que es cotidiano observar a personas relacionadas con el poder, con miles y miles de seguidores. ¿Quiénes son? Eso no importa, lo que vale es que sus cuentas sean populares para que desde ahí se trate de alterar la percepción de las masas.

En estos juegos incursionan muchos políticos porque los motivan los mismos preceptos: el engaño, el artificio, la trampa. Ahora bien, si estamos conscientes de lo que está pasando porque no hay una contra campaña para desmentir lo antes desglosado.

Quizá porque es demasiado tarde y ya no podemos distinguir entre lo real y lo imaginario. Es decir, ya no hay margen para conocer la verdad. Ante tanta alteración es difícil llegar al punto donde lo existente no se encuentre manipulado.

Por eso, uno encuentra tantas verdades o mentiras como sea necesario sobre un mismo hecho o una persona. Ahora más que nunca, la vida depende del cristal con el que se mira. Para algunos lo que ocurre en las redes es una válvula de escape.

Los que antes no tenían voz ahora pueden tenerla. Y no solo eso, la pueden utilizar como instrumento poderoso a favor o en contra de otras personas.

Para unos más lo que ocurre ahí es una fantasía. Lo terrenal tiene otros códigos y tarde o temprano los golpes de realidad se imponen por las buenas o por las malas. Por eso, aunque se haga todo por tratar de torcer lo aparente la verdad encontrará el camino.

Sea lo que sea, el balance que se hace hoy sobre los políticos que desean mantenerse en la memoria y en la gracia de las personas, dista mucho de ser un reflejo de la realidad. Al contrario, cada día se hace más sofisticado el mundo digital para crear universos paralelos.

Por eso vemos personas que no tienen sustancia comentando, compartiendo, difundiendo cuestiones que en el fondo le son ajenas, desconocen, no les importan. Todo se trata de una trampa para crear redes y telarañas capaces de atrapar a los incautos.

@2010_enrique    

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