El clima político que nos han dejado tanto las dos elecciones que llevamos en menos de un año en Hidalgo y la Consulta Popular de este domingo, es de polarización, que los partidos políticos y los líderes alimentan día tras día y que naturalmente se desborda hacia otros ámbitos de la vida social.
La polarización implica que las posiciones y opiniones de la gente se va desplazado hacia los extremos, de manera que el centro se reduce y desaparecen los espacios moderados. Quienes los ocupaban se van moviendo hacia posiciones extremas.
Este escenario me recuerda la idea de “guerra civil sin lucha armada” que planteó David Runciman. Todo o nada, ahora o nunca, ellos o nosotros.
Y es que una vez que las personas y los movimientos se radicalizan, se vuelven más propensas a considerar a quienes no piensan como nosotros como enemigos. Y entonces, rechazamos cualquier intento de debate político y descalificamos el desacuerdo.
La responsabilidad fundamental en estos procesos recae sobre los liderazgos políticos y sociales lo mismo de lo que representa lo que han denominado la 4T que todo lo que le antagoniza. Son quienes lo alimentan con tal de asegurarse el apoyo social a partir de sus identidades y de sus miedos, pero sin ofrecer propuestas ciertas que puedan construirse de tal modo que haya lugar para todos.
El problema es que a corto plazo la polarización produce parálisis, pero en el largo nos conduce inevitablemente a la deshumanización de quien no piensa como tú.
Nos distrae de los problemas reales y del debate para encontrar soluciones, debilita la estructura institucional que nos protege y niega aquello da sentido a lo humano. Henry Adams escribió alguna vez que “la política es la organización sistemática de los odios”, ¿pero hasta cuando?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: