En política como en la vida, hay tiempos de oportunidad. Es decir, momentos donde todo parece embonar a la perfección. En este sentido, los políticos han desarrollado un gran olfato para identificar estas generosas coyunturas y cuando los vientos no son favorables, hacen todo lo posible por alterar la realidad.

Todo sería muy fácil si abundaran las buenas temporadas, pero la complejidad política hace que ahora todo se torne más difícil. Ahora, ya no hay partidos políticos que ganen todo, dinero que garantice una candidatura, presión para comprar voluntades, en fin. Por tanto, los políticos juegan con elementos cada vez más sofisticados. Por ejemplo, según los datos de varias encuestas, Morena es un partido con una amplia preferencia entre el electorado.

Por eso, las guerras intestinas para obtener una candidatura al interior del partido guinda son épicas. Ahora resulta que todos quieren o aspiran a un cargo por este sello político, argumentando una fe ciega al movimiento de la cuarta transformación.

Hay quienes en esta lógica pueden tener las suficientes cartas credenciales, pero otros simplemente se ven mal. Hay quienes van ganando un poco de espacio en la esfera pública y ya anuncian que las bases del partido han pedido a gritos su postulación.

Acto similar al que ocurría en el partido antagónico, donde los dirigentes de las confederaciones (campesina, obrera y patronal) pedían la postulación para una persona que previamente había sido designada con el método más antidemocrático, es decir, con el dedazo.

Es una lástima que muchos de esos vicios no se hayan erradicado desde ahora. Y es probable que muchos de ellos solo se hayan maquillado un poco o simplemente cambiado el remitente. Pero en el fondo la intensión es la misma. Tratar de ganar terreno y oportunidad por encima de los canales democráticos.

Lo que ahora se vive en el estado de Hidalgo es una peculiaridad, porque hasta hace poco tiempo nadie quería ser candidato de un partido distinto al PRI. Justo porque aquí el tricolor echó raíces desde hace 80 años, creando una élite política que no permite la alternancia a nivel local.

No obstante, esa pequeña monarquía está por derrumbarse. Porque la inercia de triunfos electorales de Morena, no se detiene. Si se toma esa tendencia, todo apunta a que vientos de cambio llegarán al territorio estatal. Pero eso no significa que cualquiera persona tenga el privilegio de encausar estos derroteros. 

La exigencia para que los rumbos del estado cambien es que el líder de tal proyecto sea una persona proba, con experiencia y trabajo. Porque ahora resulta que todos los políticos apuntan hacia el mismo objetivo, ser candidatos de Morena.

Como la contienda será relativamente sencilla por tener una amplia ventaja de los guindas –eso sostienen los datos–, ahora todos aspiran a esa posición, aunque sean unos advenedizos y lleven muy poco tiempo “identificados” con Morena.

Hay que ser muy cautelosos con los que pretenden aprovechar la coyuntura y presentarse como opciones remasterizadas. Nada de lo anterior les corresponde. Solo son pasajeros temporales en un proyecto que no ayudaron a construir.    

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