La vida cotidiana se alteró a partir de la pandemia del Covid-19, como es harto sabido, todos los espacios de la vida pública se impactaron primero por la elevada tasa de contagio y después, por la alarmante letalidad.

A estas alturas, prácticamente todos conocemos por experiencia propia o por terceras personas, las múltiples consecuencias del coronavirus en la salud, la economía, la vida social, entre otras. Y aunque también corren versiones fuera de contexto, lo que es un hecho es que hemos invertido poco tiempo en pensar –incluso imaginar–, las condiciones que nos permitan tener una vida medianamente normal con la presencia amenazante del virus.

Es decir, podríamos ir vislumbrado un escenario donde las nuevas cepas y otras derivaciones de la enfermedad, se queden con nosotros como parte de nuestra cotidianidad. Ante estos derroteros, es conveniente ir construyendo un mundo con la presencia permanente de estas amenazas.

De esta manera, el gobierno federal parece tomar una decisión riesgosa. Para el presidente en particular, es momento de regresar a las aulas. En su visión, los niños no aguantan más tiempo aprisionados en casa y tomando clases a distancia.

La vigencia de la educación a distancia, parece tener sus días contados por la falta de adaptabilidad de maestros, padres de familia y menores que tuvieron como única alternativa sesiones muy desgastantes a través de plataformas digitales.

El reto ahora reclama esfuerzos compartidos para iniciar un proceso de regreso gradual a las aulas y que este intento, no quede en una suma de buenas voluntades. Es necesario, por tanto, tomarse muy enserio esta reactivación presencial en las escuelas.

Una aduana indispensable tiene que ver con las condiciones de sanidad de las instituciones educativas, pero otra con el mismo nivel de importancia, tiene que ver con los contenidos. Es decir, con la formación de hábitos de limpieza, alimentación y formación.

Por ejemplo, los espacios deportivos tendrán que tomarse más en serio. Porque aprendimos que la obesidad, mala alimentación, sedentarismo, entre otras, juegan un papel determinante en nuestra salud.

También habrá que hacer un análisis a profundidad sobre la matrícula. Quizá sea momento de darle más énfasis a materias relacionadas con la salud, para generar conciencia sobre el tema y quizá incentivar a que los menores apuesten a la medicina como actividad profesional. Lo que se busca, es que no tengamos carencia de especialistas en emergencias de esta índole.   

Por último, hay que regresar a modelos de educación comunitaria. Esto es, la escuela como espacio formativo integral donde se pueda aprender, socializar, compartir, jugar, con los maestros, padres de familia y alumnos.

Si cambiamos nuestra forma de ver y entender la escuela, entonces entenderemos la importancia suprema de tener a los menores en espacios donde se puedan desarrollar en las distintas esferas de la vida.

El regreso a clases presenciales debe de ocurrir y quizá este sea el momento de sumar esfuerzos para que ese lugar sea la base –como debió de ser desde hace años–, de la trasformación más profunda de México.

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