Desde que estaba pequeña, recuerdo que mi papá siempre nos decía que él era francés. Nos contaba tantas buenas historias a mis hermanos y a mí, que tal vez fue así que me encariñé de Paris.
De hecho, ninguna de sus historias mencionaban a Francia, decía que las nubes se habían caído del cielo en días nublados y cosas así. Era tan ocurrente que la mayoría de las veces, sólo las decía para hacernos reír. Y yo lo veía tan grande, tan increíble y siempre trabajando. Es el hombre más trabajador, puntual y organizado que he conocido en toda mi vida.
Fue él quien me enseñó el valor del tiempo y la puntualidad, pues –basta con levantarse media hora antes- decía, para llegar siempre a tiempo. Y evidentemente siempre he querido ser como él. También fue con quien desarrollé el buen gusto por la comida, pues a ambos nos encanta comer. Tratamos de complacer nuestros antojos, desde un plato de mariscos (nuestros favoritos), hasta fusiones culinarias inventadas por nosotros mismos y que el mundo posiblemente aún no está listo para comer.
A veces él viajaba, y cuando eso pasaba, me gustaba tomar su lugar en casa; era pequeña y me ponía su pijama, me dormía sobre su almohada y a la hora de comer, me gustaba respetar su lugar.
Cuando regresaba a casa, del mismo modo me gustaba estar a su lado pues siempre estaba lleno de historias por contar y regalos. Actualmente, los roles han cambiado un poco y aunque él sigue viajando por trabajo, soy yo la que viene y va.
Él es la base de nuestra familia, y la familia es el pilar en nuestras vidas. Cuando llegué a Paris, quería compartir todo con ellos. Con mis hermanos en las redes sociales todo fue fácil, pero a mí me emocionaba más cuando hablaba con papá.
Aunque verlo sonreír era suficiente para mí, constantemente buscaba paisajes bonitos o “clichés” parisinos para hacer FaceTime. Entonces un día hablamos con el Arco del Triunfo de fondo, otro me acompañó de compras a “la boulangerie”. Le envié el video de cuando la Torre Eiffel cumplió 130 años. Me escuchó hablar francés y decir a todo “oui”.
Recuerdo el día cuando me dijo que estaba orgulloso de mí porque era una artista, y creo esas han sido las palabras más bonitas que alguien me ha podido decir.
Lo admiro, y me siento sumamente agradecida de que apoye mis sueños, aunque no siempre está de acuerdo con ellos. Es el hombre que me ha dado una vida llena de educación y de ejemplos. Nada ha sido fácil, pero mientras más te enfocas en ese sueño y más rápido actúes, más cerca estarás de lograrlo.
Es mi héroe. No estaría en este momento en está cima espiritual si no fuera por él. Es un hombre con una suculenta cabeza llena de ideas y sueños. Siempre pensando en grande y a futuro. Es el mejor papá.
Y así cómo yo aproveché este domingo para llenar de comida a mi papá, porque como dice el dicho “barriga llena, corazón contento”, espero que cada uno de ustedes hayan también aprovechado de la compañía. Los que se encuentran con nosotros y los que no, en la memoria siempre los tendremos. ¡Feliz día del padre!
Con mucho cariño, Victoria

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