Después de la elección del pasado domingo uno de los saldos más negativos fue para el Partido Revolucionario Institucional. Vale la pena mencionar que de los ocho estados que gobernaba, no fue capaz de mantener ni uno solo.

Este escenario, deja un mapa político nunca antes visto donde el PRI –partido con gran base social al interior del país– es abandonado por sus electores quienes ahora se repliegan en solo cuatro estados: Oaxaca, Estado de México, Coahuila e Hidalgo.

El dato se vuelve contundente porque hace mucho el PRI había dejado de tener buena votación a nivel federal, pero en algunas entidades mantenía un fuerte capital político basado en acuerdos clientelares, burocracias afines y cacicazgos regionales.

Todo lo anterior se diluye ahora con la fuerza emergente de Morena, que mantiene la mayoría en 17 congresos locales y gana 11 de 15 gubernaturas y en el ámbito federal mantiene la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

No es poca cosa que el partido guinda tenga esos números, a pesar de las campañas negativas implementadas por sus rivales quienes no lograron su principal objetivo: que el presidente López Obrador no tuviera la mayoría de los diputados; cuestión que le garantiza al actual régimen, libar el peor obstáculo que habían tenido los presidentes en la historia reciente, la aprobación del presupuesto.    

Con un buen sabor de boca y la satisfacción que da lograr los objetivos el presidente no ha dejado de sacar conclusiones de lo ocurrido el pasado 06 de junio. Y es que vale la pena desglosar los datos porque estamos en la antesala de un nuevo paradigma político.

Por ejemplo, en Hidalgo el otrora partido dominante (PRI), no solo tuvo un pobre resultado sino que sus peores fantasmas cobraron vida. Me refiero a que salieron muy divididos de la contienda, en donde es claro que dos grupos se encuentran confrontados. Por un lado la dirigencia nacional donde Carolina Viggiano es una de las principales tomadoras de decisiones y el priísmo local liderado por el gobernador Fayad.

La disputa es real y desgarrada, porque unos y otros se acusan de los malos resultados. Y la historia marca que un partido con escisiones es un rival fácil de vencer en las próximas elecciones. Lo anterior, a pesar de que otra vertiente del priísmo local se manifestó como posible mediadora.

Me refiero al grupo de Miguel Osorio, quien tuvo un papel discreto pero que en sus declaraciones manifestó estar trabajando para lograr que su partido se fortaleciera en el ámbito local. Nada de lo anterior pudo cristalizarse. Por el contrario, ahora las culpas son compartidas por todos.  

Vale la pena decir desde ahora que este partido tendrá un gran reto en los compromisos comiciales que se aproximan. Lo primero que tendrán que hacer es un pase de lista de quienes todavía se mantienen fieles a sus ideales. Porque el priísmo de Hidalgo parece más fracturado que nunca, más confrontado que otras veces y más desilusionado al interior de los municipios.

No obstante, todavía existe una buena carta que jugar. Y no sería la primera vez que esta estrategia le da resultados al gobernador. Se trata de infiltrar a la oposición para desestabilizar desde adentro. Gracias a este viejo estilo de hacer política todavía se mantienen algunos bastiones priístas. Vamos a ver si dentro del partido guinda por fin cierran filas o si se dejan fracturar por un gobierno carente de base social.

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